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Tuesday, June 11, 2024

JOSÉ MARÍA MANZANARES




José María Dols Abellán, conocido como José María Manzanares, nació en Alicante el 14 de abril de 1953. Hijo de del banderillero Pepe Dols (Pepe Manzanares).
Falleció el 28 de octubre de 2014 en la provincia de Cáceres, en su finca llamada “Ronda Ganadera” en “Campo Lugar” (Extremadura). El cuerpo sin vida del torero fue encontrado tumbado en el suelo, en una habitación de la vivienda. Una finca de más de 1.000 hectáreas de dehesa y regadío. Las causas del fallecimiento se desconocen.

José María vivía desde hace años apartado del mundo. Allí, solo el hombre, entre toros, campos de maíz y sus recuerdos, acabó de manera inesperada una existencia jalonada de muchas luces y algunas sombras, de reconocimientos y duras críticas, de conocidos circunstanciales y seguidores veleidosos, de largas fiestas y mujeres guapas, de lances arrogantes y alguna bravuconada, de amigos y enemigos íntimos, de destellos de felicidad y largas noches de tristeza...

“Jose Mari ha muerto de soledad, no abandonado, pero sí solo e infeliz”.

Esta es la sincera y dolida reflexión de uno de los pocos amigos cercanos que tuvo el torero en los últimos tiempos.
Allí, en la finca extremeña, acabó, sobre todo, un torero privilegiado, nacido para la gloria, un creador de belleza, referencia fundamental de la compostura, el gusto, la calidad y el sabor torero. Un hombre atractivo, dotado de una gran elegancia y un natural poder de seducción. Un consumado artista, indolente, también inconstante, conformista y de escasa ambición. Quizá por eso, la huella de su toreo ha sido menos profunda de lo que pudo haber sido.

“Era raro como todos los toreros, tenía un temperamento fuerte, mantenía una difícil relación con su familia y pasaba los días en su finca apartado de todo y de todos, sin ilusiones”.

José Mari era un bohemio, buena persona, muy puro, amigo de sus amigos, respetuoso con sus compañeros y con una afición desmedida”.

José María Manzanares debutó como novillero el 24 de mayo de 1970, en la localidad alicantina de Benidorm. Un año después tomó la alternativa como matador de toros el 24 de junio de 1971 en su ciudad natal, de manos de Luis Miguel Dominguín como padrino y El Viti como testigo. Un año después, el 18 de mayo de 1972, confirmó la alternativa en Las Ventas de Madrid, siendo padrino Palomo Linares y testigo Eloy Cavazos, comenzando una carrera de 35 años como matador de toros en los que saboreó las mieles del triunfo en España y América.

Tras varias retiradas y apariciones, tomó la decisión de cortarse la coleta para siempre el 1 de mayo de 2006, en la Real Maestranza de Sevilla, que quedará siempre en el recuerdo del buen aficionado. Alternaba con Pablo Hermoso de Mendoza y Cayetano, que se presentaba como novillero. No tuvo suerte en el lote de toros que le tocó en su lote, y tras matar al segundo, se fue hacia el tercio, llamó a su hijo y le pidió que le cortara la coleta entre la incredulidad y la sorpresa general, pues solo había anunciado su adiós en la Maestranza y Sevilla, pero no su retirada total de los ruedos. Ante el asombro general del público, la plaza entera estalló en aplausos y emoción, obligando a dar una histórica vuelta al ruedo, entre las aclamaciones de la gente de Sevilla.

Minutos más tarde, Cayetano paseaba la oreja del último toro de la tarde, invitó a Manzanares a que le acompañara en la vuelta al ruedo, fue entonces cuando varios compañeros, matadores de toros, que asistían de paisano, a ver la corrida, saltaron al ruedo, alzaron en hombros a José María Manzanares y entre el fervor popular, lo pasearon por el ruedo y después lo sacaron por la Puerta del Principe, en señal de admiración y respeto.

Desde entonces no volvió a vestirse de luces y se limitó a acompañar, en silencio, desde el callejón, a su hijo José María Manzanares, una de las más importantes en el toreo de ahora.
En la muy larga vida profesional de José María Manzanares hubo de todo, desde triunfos apoteósicos, hasta broncas monumentales, peleas con compañeros y periodistas. Y amores eternos con seguidores acérrimos, épocas de dulzura artística y otras de opacidad torera, toreo de ensueño... Pero, por encima de todo, Manzanares pasará a la historia por ser un virtuoso del toreo al que siempre se le valoró más por su capacidad que su empeño, su hondura que su ambición. Tuvo tiempo de triunfar en todas las ferias, y fue un torero adoptado por la afición sevillana, que añoró que este alicantino no hubiera nacido a la vera del Guadalquivir, no en vano, Manzanares dejó por el ruedo sevillano auténticas pinceladas de toreo verdadero. Tanía maneras de la escuela sevillana, henchido su toreo de elegancia y gracia, templanza y despaciosidad, y se engrandecía en esa plaza con capote y muleta, aunque nunca llegara a alcanzar ese triunfo apoteósico que Sevilla siempre anheló, para quien consideraba un torero propio.

Abrió tres veces la Puerta Grande de la Monumental de Las Ventas (1977, 1978, 1993), lideró varias temporadas el escalafón superior, y durante las décadas de los 70, 80 y noventa, fue un torero imprescindible en todas las ferias de España y América.
En julio de 1988 toreó él solo seis toros, en Ronda, en una corrida concurso de ganaderías e indultó al toro Peleón, de la ganadería de Guardiola; dos años más tarde, hizo el paseíllo en solitario, en Sevilla con toros de distintas ganaderías, pero la tarde no fue brillante. En abril de 2005, acompañó de luces a su hijo, José María en la Maestranza y tampoco les acompañó la suerte.

Participó en diez corridas goyescas de Ronda, el Gobierno le concedió la Medalla de las Bellas Artes en 2006, y desde entonces, gozaba del favor de la afición y del placer de ver a su hijo triunfar, que ha heredado los genes artísticos de su padre.
Fue uno de los toreros más prolíficos del siglo XX, pues participó en más de 1.700 corridas de toros, pues tuvo una participación muy activa durante toda su vida profesional.

En el año 1977 se casó con Yeyes Samper, con la que tuvo cuatro hijos, Ana María, Yeyes, José María (matador de toros) y Manuel (rejoneador). Vivió la vida a tope, celebró sus éxitos, sobre todo, en América, con generosidad y sin prisas. Convertido ya en personaje famoso y con dinero, fue el objeto de deseo de una gran cantidad de mujeres. Un supuesto romance con una modelo fue el motivo de su divorcio, y también, de su destierro en las tierras de Extremadura.

¿Fue Manzanares un mujeriego? Respondió el amigo cercano.

“Jose Mari quería mucho a su mujer y siempre se ha preocupado por sus hijos, especialmente, por Ana María, que sufre un problema de salud”.
“Pero... no hay torero bueno al que no le gusten las mujeres”.



Tuesday, May 28, 2024

LA HISTORIA DE JUAN BELMONTE

"EL PASMO DE TRIANA"

En la historia de la Fiesta Nacional hay dos grupos de toreros: el primero es Juan Belmonte; en el segundo: todos los demás. Nadie en la Historia Taurómaca la ha cambiado tan de raíz. Los toreros de hoy y hasta los toros, si son lo que son, es por lo que fue Juan Belmonte. 


“El Pasmo de Triana” nació el 14 de abril de 1892 en el barrio sevillano de La Alameda, número 72 de la calle Feria, aunque su familia no tardó en trasladarse al barrio de Triana, donde viviría toda su niñez. De origen humilde, su padre era quinquillero, Belmonte creció entre escapadas a las capeas de becerras y de las dehesas.

Con diecisiete años, vistió su primer traje de luces en Elvas, Portugal, en una corrida a la portuguesa, con los toros embolados y sin muerte. Debutó en la Maestranza de Sevilla en agosto de 1910, pero un año más tarde repitió en la misma plaza y fracasó ante un mal toro.

En 1912, con tres novilladas triunfales en Valencia le dieron de nuevo la oportunidad de volver a la Maestranza, donde se consagró saliendo por la Puerta del Príncipe y lo llevaron a hombros hasta su misma casa, en Triana. Fue esta etapa de novillero cuando, para los entendidos, se fraguó en la muleta y en los pies de Belmonte el paso del toreo decimonónico al Toreo Moderno. Su revolución, apoyarse en dos conceptos básicos: la quietud y el temple ante el toro. Fue el primer matador que mantuvo quietos los pies ante el astado, ayudándose con el juego de brazos. Su temeridad y valor le convirtieron en mito. Intelectuales y artistas le admiraron, fascinados por el clima dramático que creaba en el ruedo.

Don Ramón del Valle-Inclán le dijo en una ocasión: “No te falta, hijo, más que morir en la plaza” –a lo que Belmonte respondió: “Se hará lo que se pueda”.
El 16 de octubre de 1913, tomó la alternativa en Madrid, actuando de padrino Machaquito, que se retiraba del toreo esa misma tarde, y de testigo Rafael El Gallo. Al año siguiente, en 1914, torearon por primera vez juntos, Joselito El Gallo, hermano menor de Rafael.

La competencia entre los dos diestros, hasta la muerte de Joselito en Talavera de la Reina en 1920, daría lugar a la Edad de Oro del Toreo.
Decenas de corridas cada año, las plazas llenas hasta la bandera, los tendidos inflados de pasión y España divida entre gallistas y belmontistas. Joselito representaba la perfección del toreo clásico, la elegancia. Belmonte la ruptura, la temeridad, sus verónicas imposibles, sin rectificar los pies, y el

pase al natural representaron para muchos el salto definitivo del Toreo al Arte.
Y llegó Juan Belmonte. Hubo en aquel tiempo excelentes toreros de segunda fila, algunos de los cuales serían hoy grandes figuras, como Paco Madrid, gran estoqueador, Agustín García Maya, a quien mató un toro en la plaza francesa de Lunel; el gallego Celita, buen estoqueador; Curro Martín Vázquez, estoqueador excepcional, materialmente cosido a cornadas y creador de la dinastía a la que pertenece su hijo Pepín, un excepcional artista; el Vasco Cocherito de Bilbao, cuya afición estableció el club taurino más antiguo de España, que todavía existe; y un sinfín de toreros olvidados, más o menos brillantes, que llegaron a sonar en su momento, como el almeriense Relampaguito, o El Moreno de Alcalá, a quien le cogían los toros hasta haciendo el paseíllo, Bombita III, hermano menor de los Bombas, el vallisoletano Pacomio Peribáñez, y Serafín Vigiola Torquito, suegro del humorista y académico Don Antonio Mingote, quien fue un torero de buen corte y enorme decisión en el manejo de la espada, pero que tuvo la desgracia de coger de lleno la época de Joselito y Belmonte.

Cuando llega a la fiesta Juan Belmonte no soplan precisamente buenos vientos para las corridas de toros. Creo que ha sido el gran escritos Néstor Luján quien mejor vió el problema. Porque, pese a lo mucho que se ha escrito del entusiasmo belmontistas de la generación del 98, lo cierto es que antes de la aparición del genial Pasmo de Triana los intelectuales estaban dispuestos a acabar con la Fiesta de los Toros.

No. No fue favorable en un principio ese movimiento ideológico liberal para la Fiesta Nacional. Esta generación se enfrenta bravamente al espectáculo más español. Renegaba Don Joaquín Costa de un pueblo que paseaba a hombros al Guerra la misma tarde en que nuestra escuadra naval se hundía en Santiago de Cuba. El mismo Antonio Machado ataca violentamente a las corridas de toros. Don Pío Baroja y Don Jacinto Benavente se desentienden, Don Santiago Ramón y Cajal las desprecia y Eugenio Noel se dedica con su formidable y cálido verbo a combatirlas en numerosas conferencias que da por toda nuestra geografía. En Sevilla, los aficionados le corrieron por las calles pretendiendo cortarle su romántica melena.

En ese preciso momento llega Juan Belmonte y pone delante de todo el tema tremendo, estremecedor, de la muerte española. Muestra que sólo en España se puede encontrar un público que haya elevado la muerte a espectáculo nacional. Hace callar a casi todos los intelectuales, que pasan de repudiar la fiesta de los toros a convertirse en sus más acérrimos partidarios. Y es que Juan rompe con aquel espectáculo de horrible brutalidad que se combatía violentamente. Toma los caminos de la estética, de la escultura viva. Se reducen los espacios, crece el ajuste, se sueltan los brazos, se pierde el sentido atlético para dar paso a la lentitud.

Hasta el mismo Don Antonio Machado, que siempre había dicho que las corridas de toros no constituían un espectáculo, ni siquiera divertido, acaba por reconocer, tras la aparición de Belmonte, que naturalmente las corridas de toros no pueden divertir a nadie, porque constituyen un espectáculo demasiado serio para ser una diversión. Empieza a entender que la fiesta no es un sucio ejercicio de matadero, que el torero no es un verdugo, ni un matarife. “¿Será acaso un sacerdote?”, se pregunta el inmortal poeta, que, a través de Belmonte, entiende el fervor taurino, el rito, la ofrenda de la muerte del animal a un dios, con minúscula, extraño, y desconocido. A Belmonte hay que atribuirle el soberbio viraje de los intelectuales y de toda la afición, que ya ven la fiesta de otra manera. Las corridas de toros han dejado de ser una bárbara lucha para suavizarse y derivar por los senderos del arte.

Desde Belmonte, el toreo, que sigue teniendo una enorme carga de riesgo, gana su propia supervivencia al perder el ochenta por ciento de aquella bárbara orgía de sangre que se presentaba no sólo en la época goyesca, sino en las corridas de principios de siglo. Todo cambia con Belmonte. Empezando por el toro, porque los ganaderos comienzan a preocuparse de criar un toro que sirva para un toreo estilizado. La lidia ha dejado de ser una preparación para la muerte, y llegaría un tiempo –el que estamos viviendo- en que todo lo que se desarrolla en el ruedo va encaminado a la brillantez del toreo de muleta.

Si algún mérito tuvo el colosal Juan Belmonte fue el de haber hecho la revolución con el toro de entonces. Los que vinieron después, los que mejoraron incluso su arte, aquellos que perfeccionaron la obra del coloso trianero, ya se encontraron con un toro más a la medida para esta nueva forma de interpretar el arte del toreo.

Juan Belmonte es el padre del temple, la personalidad más grande que haya podido tener cualquier torero en un redondel y, conviene no olvidarlo, el que ha hecho posible que la fiesta haya podido llegar hasta nuestros días, saltando por encima de todos los obstáculos y diatribas que se le ponían de no poco peso.

Todo en Juan Belmonte fue diferente. Como todos los grandes genios, sería imitado, pero tomarían de él sus defectos, porque era imposible copiar sus virtudes. Es cierto que rompió con lo que de hermoso tiene la torería, ese andar por las calles viviendo y sintiéndose torero. Juan quitó hasta la costumbre de usar la tradicional coleta; pero fue excepcional, único e irrepetible.


Murió en su cortijo sevillano de Gómez Cardeña en un anochecer de un domingo descerrajándose un tiro en la cabeza debajo del retrato que le hiciera Don Ignacio Zuloaga. Hasta el suicidio y la forma de llevarlo a cabo fueron fruto de la improvisación. Había estado todo el día montando a caballo. Creía que tenía una enfermedad incurable. Luego la autopsia revelaría que no era así. Pero lo de su espantosa muerte no deja de ser una penosa anécdota. Lo importante es que Juan Belmonte fue un torero inconmensurable, el que hizo posible que hoy estemos todavía presenciando corridas de toros.

¿Por qué se suicidó Juan Belmonte? Nadie lo sabe con seguridad, pero existen varias pistas. Desde joven, tenía obsesión con la muerte, siempre llevaba consigo una pistola pequeña. No se resignaba a la decadencia física. Temió que una hernia de hiato fuera una enfermedad más grave. Le impresionó mucho ver a su gran amigo Julio Camba, en el hospital, llenos de tubos: él no quería morir así.

Enriqueta Pérez Lora, el último amor de Belmonte. El 8 de abril de 1962, a punto de cumplir los 70 años, visitó a Enriqueta, le dejó varios regalos, un portacalcetines de oro, un bolígrafo para el frac, un sobre con dinero y varias fotografías dedicadas: “Cuando yo me muera, si necesitas dinero, véndeselas a una revista extranjera, que las pagarán bien”.

Y, como tantas veces, en broma, ella le tiró una zapatilla, pero él ya no pudo volver otro día para devolvérsela. Esa tarde, recorrió a caballo su finca, acosó y derribó algunas reses, quiso encerrar en la plaza de tientas a un semental. Lo contó su amigo Andrés Martínez de León: “¿Quiso despedirse de la vida enfrentándose a un toro de verdad? ¿Quería que el toro lo matara? Ya anocheciendo, casi a dos luces, en “la hora de Belmonte”, se encerró en su despacho, puso en marcha el ronroneo del motor que daba luz al caserío y se pegó un tiro”.

La historia de Enriqueta, una historia de película. Había nacido en Camas, en 1920. Era la sexta de ocho hermanos. Siempre estuvo unida a su hermana Patrocinio, 13 años mayor que ella, que, al comienzo de la guerra civil, se casó con un hombre que le sacaba 15 años. Al trasladarse el matrimonio a Sevilla, Enriqueta los acompañó, ayudaba en las tareas domésticas y trabajaba en una fábrica de azafrán. Murió Patrocinio en el parto de su segunda hija y Enriqueta, con las dos niñas, volvió a casa de su madre, en Isla Cristina. La madre y el viudo presionaban a Enriqueta para que se casara con él, en un “matrimonio blanco”, para evitar que las niñas fueran a un colegio de huérfanos. Movida por su cariño a ellas, accedió, por fin, a esa boda. Antes de un año, el marido reclamó sus derechos conyugales, al negarse Enriqueta, la maltrataba. Ella decidió escaparse, vendió a una vecina los pendientes que llevaba, con ese dinero, huyó a Sevilla, donde la recogió un párroco, que la alojó en un convento de monjas Adoratrices. A pesar de que un médico certificó su virginidad, no logró la nulidad matrimonial. Para alejarla del marido, las monjas la recomendaron a la hija

de Juan Belmonte, que la contrató para el servicio, en el cortijo Gómez Cardeña.
En 1942, Enriqueta tiene 22 años; Belmonte, retirado ya de los ruedos 50. Ella no le conoce ni sabe nada del mundo taurino. Cuando la ve, por primera vez, Belmonte le pregunta: “¿De dónde ha salido este bicho tan feo?”. Pero ella no se corta y contesta: “¡Anda que usté! ¡Cómo qué no es feo! ¿Cuánto hace que no se mira al espejo?”. Tienen que avisarle de que es el señor de la casa, y este se ríe a carcajadas.

Cuando enferma Enriqueta, la atiende el médico de cabecera de la familia, Joaquín Mozo. Le diagnostica dos manchas en el pulmón, necesita reposo, vitaminas y buena alimentación. Belmonte le busca un alojamiento, pagando él todo, con la promesa de que, cuando esté bien, le encontrará un trabajo. Vive ella dos años y medio en una casa de Higueras de la Sierra, en Huelva. Allí la visita el médico, para las revisiones, y Belmonte para hacerse cargo de los gastos.

Ya recuperada, Enriqueta le pide el trabajo prometido, pero Juan Belmonte se ha enamorado. Él está separado de su mujer, pero, en España, no existía el divorcio. Ella contó que él se arrodilló a sus pies, con la cabeza en su regazo, y suplicó: “¡No me dejes, por favor! Soy un hombre que está solo y te quiero”.

Así comienzan cerca de 15 años de convivencia. Estaban juntos, pero hacían una vida discreta. Ella vivía en una casa de la calle San Vicente. Se veían a diario. Cuando iban a los toros se sentaban en localidades distintas. Hubo etapas muy felices y también conflictos. A los cuatro años, se pelearon y Enriqueta lo dejó, se fue a Madrid, con el dinero que tenía ahorrado, montó una perfumería. Belmonte no aceptó renunciar a ella, la localizó y consiguió que volviese con él. Pero los tiempos más felices, quizá, ya habían pasado.

La mañana del 8 de abril de 1962, Belmonte que estaba a punto de cumplir 70 años, la visitó por última vez. Le llevó un sobre con dinero, un maletín con objetos personales y varias fotografías dedicadas, por si necesitaba dinero, las vendiera a la prensa extranjera, le tiró la zapatilla, como era costumbre, al despedirse, pero él ya no volvió a devolvérsela.

Esta placa está ubicada en la Calle Alfonso XII de Madrid.

Enriqueta todavía no había cumplido los 42 años, cuando asistió, en Madrid, a un homenaje a Belmonte que le dedicaron sus amigos, que también lo eran de ella. Su vida dio un giro, logró un trabajo fuera de España, durante más de diez años cuidó a los hijos del actor Anthony Quinn. Por su simpatía, él la llamaba “Torre del Oro”.

Volvió luego a Sevilla, a su vivienda de la Avenida República Argentina. Rechazó muchas ofertas sensacionalistas de la prensa. Algunos han querido quitarle importancia; negar, incluso de su existencia. Además de algunos objetos, fotos y papeles, ella guardaba sus recuerdos. Su vida no fue fácil, pero el destino le otorgó un gran regalo: haber sido el último amor de un genio, llamado Juan Belmonte. 




Friday, May 24, 2024

    •  ¡VIVAN LOS TOROS! (Y LAS VACAS)


Todos los espectáculos públicos como el fútbol, el cine, el teatro, los toros... Ni son de derechas, Ni de izquierdas (en el psoe esto no lo entienden así). Pues bien, hay una Mayoría muy grande de sociatas que Sí que van a los Toros. Se jodan los otros.

A primeros de mayo de 2024, la fatalidad llegó al Mundo del Toro Español, a este gobierno que tenemos, se le ocurre nombrar ministro de Cultura a un Inculto en la materia torera, llamado Urtasun, que No tiene NI idea de Tauromaquia. Tendrá idea en otros temas, pero en este No.

Urtasun dicen que es economista, nada que ver con lo nuestro. Nació en Barcelona. Estuvo 9 años de diputado en el Parlamento Europeo. Milita en el partido de Sumar, y Resta con la Yoli Díaz, cassí Naá. Y se peina al estilo de Puigdemont y de Milei, el argentino. ¡Qué tío!

Bueno pues el Urtasun, nada más estrenar Cultura, lo primero que hizo fue eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia. Seguidamente se creó la alarma en el mundo ganadero, rural y profesionales del toro. Pidieron la dimisión del ministro. Este no hizo caso alguno, pues si hombre, el socialcomunismo no renuncia nunca, Nunca dimite!! Mira que están haciendo "guarrásss".

Y le salió el tiro por la culata. Las distintas Comunidades Autónomas acordaron, por su cuenta, otorgar distintos Premios a la Tauromaquia. Madrid, Castilla La Mancha, Aragón, Castilla-León, Extremadura y alguna más, se han sumado a dichos premios. Y Cataluña??? A lo mejor ocurre un Milagro. Quién sabe.

Urtasun, en 2016 fue promotor de una declaración conjunta que mostraba su rechazo a la decisión del Tribunal Constitucional de anular la ley catalana que prohibía las corridas de toros en Cataluña. 37 diputados, entre ellos estaba el sujeto Urtusun, advertían en el texto que la Tauromaquia:

 "ES UNA ACTIVIDAD INJUSTA, SÁDICA Y DESPRECIABLE" y que:

"NO MERECE SER LEGAL EN EL ORDENAMIENTO JURÍDICO" y para que te enteres Urtasun: 

 LA TAUROMAQUIA ES PATRIMONIO NACIONAL y No Se Toca. 

Menuda joya nos ha "tocao".
    


Wednesday, September 21, 2022

GOYA         CAPRICHOS 

            

         Estampas de los Caprichos de Goya que representan diferentes suertes y actitudes del Arte de Lidiar los Toros, inventadas y grabadas al agua fuerte en Madrid por Don Francisco de Goya y Lucientes en 1797. 

1- Modo con que los antiguos españoles cazaban los toros a caballo en el campo.

La serie de los Caprichos es la primera colección de grabados preparada por Goya para ser vendida como conjunto. Consciente seguramente de su arriesgado carácter crítico, y para prevenir las indudables suspicacias que había que provocar en ciertos círculos, dotó a las estampas de unos rótulos a veces precisos, pero otras un tanto ambiguo, que dan carácter universal a ataques o alusiones muy concretos.

2 - Otro modo de cazar a pie.

Desde el punto de vista técnico, Goya ha realizado ya un enorme avance desde sus primeras experiencias de grabador. Aquí emplea, con maestría absoluta, el aguafuerte, pero insiste, sobre todo para los fondos, en el empleo del aguatinta, con los que obtiene efectos maravillosos de oscuros aterciopelados y de sombras de rara profundidad, de las que emergen unos blancos puros.

3 - Los moros establecidos en España, prescindiendo de las supersticiones de su Alcorán, adoptaron esta caza y arte, y lancean un toro en el campo. 

Probablemente la génesis de los Caprichos fue lenta y hay que verla ligada a las crisis de su enfermedad de 1792 -que le hizo refugiarse en sí mismo y dar suelta al  "capricho y la invención", según el mismo escribe a Iriarte a propósito de los cuadritos presentados a la Academia- y quizás también al episodio, aún no definitivamente aclarado, de su estancia en Sanlúcar de Barrameda con la Duquesa de Alba, en 1797. 

4 - Capean otro toro encerrado.

Algunos de los dibujos hechos en Sanlúcar en aquella ocasión fueron luego reutilizados en ciertas estampas de los Caprichos y algo del clima erótico del ambiente que rodeaba a la Duquesa de Alba y del amargo desencanto del desenlace de la historia, parece impregnar algunas estampas de la serie.

5 - El animoso moro Gazul es el primero que lanceó toros en regla.

En ese año de 1797 ya debían estar preparadas una buena parte de las láminas, pues según el testimonio de Valentín de Cardecera, en esa fecha se imprimió un prospecto anunciando su aparición en serie de 72 piezas, llevando seguramente como portada la que luego pasaría a ser la lámina 43 (El sueño de la razón produce monstruos), con el título, algo ampuloso, de Idioma Universal y dibujado por Fr. de Goya. Año 1797.

6 - Los moros hacen otro capeo en plaza con su albornoz.

Sin embargo, en la forma en que en la actualidad conocemos la serie, se ultimó en 1799. en enero de ese año vende Goya a la Duquesa de Osuna cuatro ejemplares completos, y el 6 de febrero se anuncia en el Diario de Madrid del siguiente modo:
"Colección de estampas de asunto caprichosos, inventadas y grabadas al aguafuerte por Don Francisco de Goya". Persuadido el autor de que la censura de los errores y vicios humanos puede ser también objeto de la pintura: ha escogido como asuntos proporcionados para su obra, entre la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil, y entre las preocupaciones y embustes vulgares, autorizados por la costumbre, la ignorancia o el interés, aquellos que ha creído más aptos a suministrar materia para el ridículo, y ejercitar al mismo tiempo la fantasía del artífice.

7 - Origen de los arpones o banderillas.

Como la mayor parte de los objetos que en esta obra se representan son ideales, no será temeridad creer que sus defectos hallarán, tal vez, mucha disculpa entre los inteligentes: considerando que el autor, ni ha seguido los ejemplos de otro, ni ha podido copiar tampoco de la naturaleza. Y si el imitarla es tan difícil, como admirable cuando se logra; no dejará de merecer alguna estimación el que apartándose enteramente de ella, ha tenido que exponer a los ojos formas y actitudes que sólo han existido hasta ahora en la mente humana, oscurecida y confusa por la falta de ilustración o acalorada con el desenfreno de las pasiones.

8 - Cogida de un moro estando en la plaza.

Seria suponer demasiada ignorancia en las bellas artes advertir que en ninguna de las composiciones que forman esta colección se ha propuesto el autor, para ridiculizar los defectos particulares, a uno u otro individuo: que seria en verdad, estrechar demasiado los límites al talento y equivocar los medios de que se valen las artes de imitación para producir obras perfectas.
"La pintura (como la poesía) escoge en lo universal lo que juzga más a propósito para sus fines: reúne en un solo personaje fantástico, circunstancias y caracteres que la naturaleza presenta repartidos en muchos, y de esta combinación, ingeniosamente dispuesta, resulta aquella feliz imitación, por la cual adquiere un buen artífice el título de inventor y no de copiante servil. Se vende en la calle del Desengaño nº 1, tienda de perfumes y licores, pagando por cada colección de a 80 estampas 320 reales".
El texto transcrito que se considera redactado por Cea Bermúdez, erudito, crítico e historiador, amigo de Goya y hombre de la intimidad de Jovellanos, muestra ya una serie de reservas y precauciones que parecen recelar acusaciones que habrían, sin duda, de surgir sobre su contenido. 

9 - Un caballero español mata un toro después de haber perdido el caballo.

Que las prudencias estaban justificadas se confirma con el destino posterior de las planchas de los Caprichos y con las palabras del propio Goya años más tarde. El 19 de febrero aparece por última vez el anuncio en las páginas del Diario de Madrid. El día 21cesaba el Secretario de Estado Don Francisco Saavedra, amigo de Jovellanos y protector de Goya. En 1803 decide el artista regalar las planchas y los ejemplares que le quedan al Rey, con destino a la Real Calcografía (donde aún se conservan), solicitando una pensión para su hijo, a lo que Carlos IV accede.

10 - Carlos V lanceando un toro en la plaza de Valladolid

Muchos años después, en 1825, en carta a un amigo recuerda: "Los Caprichos... los cedí al Rey hace más de veinte años... y con todo eso me acusaron a la Santa Inquisición". Parece evidente que con la cesión procuró quedar a cubierto de las acusaciones.

11 - El Cid Campeador lanceando otro toro.

Está claro que el contenido de las estampas, tan singular, se consideró mordiente y peligroso en su tiempo, y que debajo de las generalizaciones abstractas o de los planteamientos "caprichosos", sus contemporáneos veían, seguramente con razón, acusaciones más concretas, doblemente sospechosas en los años en que, en la vecina Francia se vivían las conmociones de la Revolución.
Los comentarios manuscritos contemporáneos que han llegado hasta nosotros atestiguan, en algunos casos, el deseo quizás no siempre acertado, de dar sentido concreto a lo que a primera vista se presenta como enigmático.

    12 - Desjarrete de la canalla con lanzas, medias lunas, banderillas y otras armas

Se conservan hasta tres comentarios que glosan, en breves renglones, el significado de la serie, estampa por estampa. Citados desde antiguo y alguno publicado por entero varias veces, fue Edith Helman la primera en publicarlos íntegros conjuntamente, en su fundamental volumen Trasmundo de Goya ("Revista de Occidente", Madrid, 1963)
El conservado en el Museo del Prado, el más conocido, es sin duda el tono más cauto e impreciso, esquivando, como hacia el anuncio del Diario de Madrid, toda concreción peligrosa y dando carácter generalizador y ambiguo a cuantas estampas pudieran ser comprometedoras, especialmente en asuntos religiosos o políticos.

13 - Un caballero español en la plaza quebrando rejoncillos, sin auxilio de los chulos.

Los otros dos comentarios, el que fue del comediógrafo López de Ayala y el de la Biblioteca Nacional, personalizan a veces con exceso y subrayan, con una evidente libertad de lenguaje,  aspectos de la crítica clerical, política o personal que no ya la prudencia de su época, sino incluso la gazmoñería de tiempos más recientes, evitaron glosar.

14 - El diestrísimo estudiante de Falces, embozado burla al toro con sus quiebros. 

A pesar de sus evidentes errores y parcialidades y de que seguramente ninguno de ellos puede considerarse de la mano de Goya, parece innegable que todos reflejan aspectos del sentir goyesco, y por ello han sido tenidos fundamentalmente en cuenta ahora, en este breve comentario.

15 - El famoso Martincho poniendo banderillas al quiebro.

Goya trabajó en la serie con extraordinario interés y esfuerzo. Son muchos los dibujos preparatorios que se conservan para estas estampas, que nos informan sobre su génesis y sucesivas modificaciones y ayudan, a veces, a entender su sentido. Y es evidente también que debió dejar fuera de la serie, al darla por concluida, algunas otras composiciones para las que conservamos dibujos e incluso alguna rareza, que quizás no le satisficieron por completo o que quiso dejar al margen por alguna razón personal.

16 - El mismo (Martincho) vuelca un toro en la plaza de Madrid.

En conjunto, son los Caprichos parte fundamental del legado de Goya y una de las secciones de su arte que más contribuyeron a hacerle conocido y estimado en toda Europa desde los tiempos de Romanticismo francés.

17 - Palenque de los moros hecho con burros para defenderse del toro embolado.

No queda del todo claro si Goya ha pretendido aquí evocar una vez más la "prehistoria medieval" del toreo o si, como se ha dicho, evoca las "mojigangas" con que a veces terminaban las funciones normales de toros. El toro embolado permite esta última interpretación, pues embolados eran los toros que se ofrecían como diversión extra al público. Pero el tono enteramente oriental que presentan los lanceros creo que obliga a pensar en algún texto aún no identificado en que los moros apareciesen como inventores del toro embolado.

18 - Temeridad de Martincho en la Plaza de Zaragoza.

Vuelve el "famoso Martincho" al recuerdo de Goya que parece afirmar haberlo visto sentado en una silla y con grillos en los pies, matar un toro, utilizando además, un sombrero como muleta. El episodio debió impresionar al pintor, pues lo grabó otra vez en una lámina de la que se conservan rarísimos ejemplares, y que hubo que desechar, pues no la incluyó en la serie. En la presente, la visión escorzada de la barrera, con la multitud impresionada por la audacia, es extraordinariamente expresiva.

19 - Otra locura suya en la misma plaza (Martincho).

Evidentemente el "Martincho" era en realidad un tipo arrojado, capaz, desde luego, de las mayores audacias de carácter circense. Esta de saltar con grillos por encima del toro, desde una mesa, la practicaba también, como ha recordado Lafuente, un negro de Veracruz llamado Ramón de Rozas, pero sin duda Goya recordaba haberla visto a Martincho. La estampa, muy bien compuesta, con evidente  intensidad, está fechada en 1815.

20 - Ligereza y atrevimiento de Juanito Apiñani en la de Madrid.

Juanito Apiñani era de Calahorra y famoso por su agilidad. Actuó mucho en Zaragoza y en Madrid entre 1750 y 1770 y Goya le conoció sin duda en su juventud. La estampa es de las más bellas. La ligereza y gracia del salto de la garrocha y la masa de espectadores sobre los cuales se advierte el paso del sol que les hace concentrarse en el límite de la sombra, son aciertos magistrales que han hecho extraordinariamente popular este grabado.

21 - Desgracias acaecidas en el tendido de la plaza de Madrid y muerte del alcalde de Torrejón.

El episodio marcado, con el toro saltando al tendido y ensartando a un hombre, tuvo lugar, al parecer, el 15 de junio de 1801. Goya ha acertado a concentrar la acción y sugerir, con la quieta masa sombría del animal que lleva en los cuernos al hombre muerto -que sin duda le quita la visión- y las gentes que huyen despavoridas, toda la fuerza dramática del hecho. 
La comparación con el dibujo preparatorio, amontonado y confuso, permite advertir la extraordinaria capacidad de síntesis del artista y su seguro instinto al reducir su inventiva a los valores del blanco y negro del grabado.

 
22 - Valor varonil de la célebre Pajuelera en la plaza de Zaragoza.

La "Pajuelera" (vendedora de pajuelas de azufre) Nicolasa Escamilla fue famosa mujer torera por los años de juventud de Goya, que parece que la conoció directamente en Zaragoza, aunque quizás no haya buscar valor de retrato al rostro que nos presenta en la estampa, tan distante en el tiempo. 
El dibujo preparatorio muestra rostro y tocado algo más femenino. En la estampa es la silueta nerviosa del toro la que atrae por completo la atención.

23 - Mariano Ceballos, alias el Indio, mata el toro desde su caballo.

Torero procedente de América, de Lima o del Río de la Plata, Ceballos actuaba en los años 1770-80 añadiendo a su audacia el prestigio de lo exótico de su origen. Goya lo recoge en varias estampas subrayando su valor. Esta estampa, de muy rico claroscuro, resulta de una gran eficacia dramática por el sobrio uso de las sombras densas.

24 - El mismo Ceballos montando sobre un toro quiebra rejones en la plaza de Madrid.

Esta extraña suerte, que como señala Lafuente, evoca los "rodeos" americanos, debía ser la gran especialidad de Ceballos, pues todas las crónicas contemporáneas así lo evocan, y el propio Goya, en su ancianidad, vuelve a recordarlo en una soberbia litografía de los Toros de Burdeos. No es, sin embargo, esta estampa de las más afortunadas de la serie, aunque el toro del segundo término esté soberbiamente tratado.

25 - Echan perros al toro.

La costumbre de echar perros al toro manso, para hostigarle, se ha pretendido sea  también morisca. Goya, al presentarla, ha insistido sobre todo en el nerviosismo de los animales, admirablemente reflejado, y en el detalle realista del perro de la derecha, con los cuartos trasero paralizados por la herida. la composición la grabó antes en una lámina más compleja que, estropeada, hubo de ser desechada, y el mismo motivo lo repitió más tarde en una litografía.

26 - Caída de un picador de su caballo debajo del toro.

No hay aquí ninguna referencia concreta, ni histórica ni literaria. se reproduce de modo vivaz un accidente bien frecuente, observando con agudeza y tensión, e insistiendo incluso en las expresiones de miedo y violencia de los personajes. La situación captada con toda su carga expresiva, debió de interesar siempre a Goya, que la recogió, con otra composición, en una estampa, luego desechada.

27 - El célebre Fernando del Toro, Barilarguero, obligando a la fiera con su garrocha.

En este caso vuelve Goya seguramente a sus recuerdos personales de un lidiador conocido y referido con frecuencia por los historiadores y por el propio Moratín. Fernando del Toro, de Almonte, fue famoso por los años 1760-70 y se sabe que toreó en Zaragoza en 1767. Goya lo ha representado citando muy airosamente a un toro fino y nervioso, hábilmente recortado a contraluz, sobre la arena soleada. las dos figuras del centro, junto a la barrera, sobre las cuales evidentemente trabajó el artista, borrando y corrigiendo, quedaron sin concluir.

28 - El esforzado Rendón picando un toro, de cuya suerte murió en la plaza de Madrid.

Rendón figuraba en la cuadrilla de Pepe Hillo por los años de 1777. Goya lo representa en plena suerte, sosteniendo la embestida del toro con la puya, mientras los peones se arremolinan en su entorno con un habilísimo juego de sombra y luz y un modo magistral de sugerir la multitud en el tendido.

28 - Pepe Hillo haciendo recorte al toro.

Pepe Hillo el más famoso torero sevillano de su tiempo y autor de un tratado de Tauromaquia fundamental en este arte, describe muy vivamente en su texto lo que Goya ha acertado plásticamente a describir. Tras el quiebro o recorte, mientras el sorprendido toro queda burlado, el torero le hace "una reclinación o cortesía". También aquí la sobria utilización de la luz y la sombra hace destacar enérgicamente el grupo de toro y torero, dejando el grupo de los restantes personajes en una plateada claridad magistral.

30 - Pedro Romero matando a un toro parado.

La gran habilidad de Romero era la suerte de matar, tanto recibiendo al toro como a toro parado, es decir, a volapié, como aquí lo representa. Gustaba también de quedarse solo en el ruedo para subrayar más su audacia y así lo representa Goya, con la arena vacía, precipitándose sobre un animal tenso, de hermosa silueta. También aquí ha sabido Goya valorar la intensidad de la mancha sobre el fondo luminoso y desnudo, como consiguiendo una deslumbradora claridad solar.

31 - Banderillas de fuego.

Junto a los perros de presa, que ya hemos visto en la lámina 25, se usaban desde antiguo banderillas de fuego para hostigar al toro manso. Goya recoge la estampa, con gran viveza, el toro sorprendido entre la humareda del par que acaba de recibir y un banderillero que se apronta a colocar a otro. La estampa, en conjunto, es de las más vibrantes y seguramente de las más estudiadas por el artista, pues un dibujo preparatorio, conservado en el Museo del Prado, muestra muchas diferencias con la versión definitiva.

32 - Dos grupos de picadores arrollados de seguida por un solo toro.

Dramática estampa, iluminada además con intensos fulgores sobre un fondo sombrío, esta estampa, que no tiene intención ilustrativa de suerte alguna, ni pretende el recuerdo de ningún hecho concreto vivido por el artista o narrado por el historiador, resulta una de las más atractivas de la serie, anticipando, en su dinámico arremolinarse de volúmenes y en los expresivos rostros de los toreros, el intenso vigor de las litografías taurinas de sus últimos años.

33 - La desgraciada muerte de Pepe Hillo en la plaza de Madrid.

José Delgado "Pepe Hillo", el famoso torero a quien ya ha representado Goya en otra estampa (29), murió en la plaza de Madrid el 11 de mayo de 1801. Goya debió asistir al hecho, que causó enorme impresión en toda España. Se conservan minuciosas descripciones de la cogida (una de ellas en carta de la Reina María Luisa a Godoy) y se grabaron varias estampas de carácter popular. Goya grabó tres composiciones de las que luego desechó dos, ilustrando distintos momentos del suceso y eligió ésta para cerrar, dramáticamente, la serie. 
 






















Saturday, September 17, 2022

 


 Juan A. Lara Guido


HISTORIA DE LA PLAZA DE TOROS DE VALDEPEÑAS





 

La Plaza de Toros de Valdepeñas, que está situada en la parte oeste de la ciudad, en el camino denominado de las Cinco Peñas, también en la calle del Pocico o General Margallo. Se construyó a partir del año 1870, con un aforo de 5150 localidades, siendo financiada mediante acciones.

El día 8 de agosto de 1872 fue inaugurada con una corrida de D. Amós Sánchez Flores, para un único espada que fue Salvador Sánchez “Frascuelo”.


Juan Belmonte y Joselito también torearon en Valdepeñas: Antes de la cogida y muerte de Joselito en Talavera, mató una treintena de corridas en Albacete, Ciudad Real, Valdepeñas, Almagro, Quintanar de la Orden, San Clemente, Alcázar de San Juan, Manzanares, Puertollano y Toledo.


Fue en el año 1944 cuando el Excmo. Ayuntamiento adquiere la Plaza de Toros por 48.000 ptas, pasando por tanto a propiedad municipal. La primera corrida que se celebró siendo ya del municipio, fue el día 3 de Agosto de 1944, estando el cartel compuesto por Luis Gómez "El Estudiante", Juanito Balmonte y Manuel Álvarez "Andaluz" siendo los toros de la ganadería de los Herederos del Duque de Tovar, actuando como asesor taurino el matador de toros retirado Antonio Sánchez Ugarte (de ascendencia valdepeñera). El último hecho luctuoso ocurrió el 17 de junio de 1945, cuando el toro de nombre "Cristalino" de la ganadería de D. Pedro Hernández de Salamanca, oriundo de Parladé, cogió en el burladero al diestro José Vergara "Moreno de San Bernardo", sacándole de las tablas y volteándole hacia arriba. Otra cornada grave fue la inferida por el toro "Valdepeñas", de la ganadería de Doña Concepción de Concha y Sierra al diestro Pepín Martín Vázquez el día 8 de agosto de 1947, alternando con Manuel Rodríguez "Manolete" y Curro Caro.





José Ruiz “Calatraveño”, torero de Bolaños, tuvo la más grave cornada de su vida profesional en la plaza de toros de Valdepeñas, fue el día 19 de Marzo de 1966.



La Plaza de Toros ha cambiado a lo largo de su historia, reformando los corrales, graderíos, la parte externa y el tendido, por ella han hecho el paseillo los principales espadas de las diferentes épocas que configuran su historia.



Alternativa de Domingo Castillo



Valdepeñas no ha dado figuras de talla nacional, pese a la afición que siempre ha habido en la localidad, de hecho, no han faltado novilleros, banderilleros y picadores, incluso se doctoró el valdepeñero Domingo Castillo.



Domingo Castillo, el torero de Valdepeñas, tomaba la alternativa en la plaza de toros de dicha localidad manchega el 27 de marzo de 1993 de manos de Fernando Lozano y testigo Óscar Higares con toros de Cernuño. El toro de su alternativa se llamo “Noguerito” al que le cortó una oreja, negro de pelo y herrado con el número 6. Saliendo a hombros por la puerta grande.




 


Manolete toreó en Valdepeñas antes de morir en Linares





El 8 de agosto, de 1947, en las ferias y fiestas de Valdepeñas, toreaban Curro Caro, Manolete y Pepín Martín Vazquez con toros de Concha y Sierra (Veinte días antes de la cogida mortal de Manolete en Linares). Resultó cogido de extrema gravedad Pepín Martín Vazquez, al que le salvó la vida el cirujano Don Alfonso Izarra, que además de doctor fue Alcalde de Valdepeñas, Presidente de la Diputación de Ciudad Real y Gobernador de Cáceres, y no como se escribe en algunos libros que el torero sevillano herido debió su vida “al coche de Manolete que le trasladó”. Esta cornada casi le cuesta la vida y le aparta de los ruedos durante casi un año, hasta el 12 de mayo de 1948 en que reaparece en la Monumental de Barcelona.




Cogida mortal de Moreno de San Bernardo en Valdepeñas



En junio día 17 de 1945 fallece en el Hospital Municipal de Valdepeñas, a las 15:30 José Vergara Perea “Moreno de San Bernardo”. Toreando la tarde anterior en esta localidad fue corneado por el primer novillo, “Cristalino”, de la ganadería salmantina de Don Pedro Hernández, que le infirió una cornada en el muslo izquierdo de pronóstico gravísimo. Actuaba junto a Pedro Mesa “Estudiante”, que cortó dos orejas. Había nacido en Madrid, en el año 197 en la calle de San Bernardo.






ALGUNOS CARTELES DE FESTEJOS CELEBRADOS EN VALDEPEÑAS