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Monday, February 13, 2017


LA FIESTA NACIONAL DEL TORO BRAVO - II Parte

Principios de la Tauromaquia 

         El toro tiene una rica simbología, y la tauromaquia se vincula a una fértil cultura mediterránea antigua de ritos y juegos alrededor de su figura. Varias religiones lo integran, el Toro Apis egipcio; Sin, el dios lunar de los mesopotámicos, etc. Y es, en todas las culturas representación del poder. De forma más cotidiana representa la fuerza, el vigor sexual y su identificación con la cultura española es tan fuerte y tan extendida que sirve para representar lo español a manera de tópico.




Será a lo largo del siglo XVI cuando vayamos encontrando referencias desde donde elaborar una teoría sobre la primera suerte taurina caballeresca, “El alanceamiento de los Toros”, un espectáculo creado y universalizado dentro del panorama festivo del mundo monárquico y aristocrático hispánico.
En torno a los años centrales de 1.500 comenzó a escribirse, con puntualidad y precisión, sobre la manera que usaba los hombres a caballo en matar toros con lanza. Testimonios de ello tenemos en muchos libros de relatos nobiliarios, además de en novedosos textos que iniciaron una fructífera literatura sobre el toreo caballeresco consistente en dar preceptos para que toreadores y aficionados lo practicaran y lo entendieran mejor. Ambos tipos de libros nos son válidos para recrear el alanceamiento.
La lanzada venía a reproducir el combate medieval frecuente entre caballeros. Si bien, en este caso, el alanceamiento, entre un toreador a caballo, provisto de lanza, y un astado fiero. En dicho contexto, en previsión de superar la violencia del choque y encauzar hacia una correcta realización, nacieron esos tratados sobre el toreo, con unas reglas, que, en opinión de algunos, no podían ser ignoradas bajo ningún concepto por cuantos participaban en aquellos eventos.

A lo largo de la Edad Media pudo haberse planteado el alanceamiento con distintos criterios dentro de una variada gama estilística, entre los que destacaría, probablemente, la de dirigirse hacia el toro al galope. Una vez llegado el siglo XVL, en su primera mitad, surgió un sistema fijo para su estructura que muchos autores atribuyen, en su implantación, al caballero, Pero Ponce de León cuando puso de moda la costumbre de alancear a los toros, de frente, a caballo parado y con los ojos tapados, para evitar que se espantaran y huyeran.

El Arte de cabalgar y torear a la jineta

La bibliografía hípica española es punto menos que indominable. El ejercicio del caballo, primor indispensable en la educación del caballero, fue atendido por los tratadistas con prodigalidad torrencial en los siglos XV al XVIII, y a cada moda nueva, a cada invención galana, a cada preocupación técnica respondía inmediatamente la publicación de un libro en que tal novedad se incorporaba al repertorio del jinete. Llámense estos libros genéricamente de jineta, si bien la jineta es una manera determinada de cabalgar y regir el caballo; pero de tal manera hubo de imponerse su práctica que jinetear era antonomásicamente montar a caballo, aunque se hiciera a la brida, es decir, a la antigua española. Esta manera de montar, con estribo corto y acción de las rodillas y talones del jinete para resolver y manejar el caballo es la adecuada para los ejercicios de caballería que estudian y reglamentan los tratados de jineta, y entre ellos el ejercicio del toreo a caballo.


Fundamentalmente, dos eran tales ejercicios: la lanzada y el rejoneo. Las demás suertes que los tratados especifican, o son recursos y por ellos no calculadas por los tratadistas como normales y previstas o son derivaciones más o menos ingeniosas de las dos fundamentales mencionadas.
El alanceo o lanzada parece la más vieja suerte caballeresca practicada con los toros, y puede corresponder a la tradición de la monta a la brida. Para el rejoneo es indispensable la monta a la jineta. Acaso no es el tratado más viejo, pero es el que corresponde a una más vieja tradición, el Discurso sobre la Montería, con que acompañó Gonzalo Argote de Molina la publicación del Libro de la Montería, que mandó escribir Alfonso XI. Se publicó tal discurso en Sevilla el año 1582, y en él se dedican algunos capítulos al toreo, en uno de ellos lleva por título: “De la forma que se ha de tener en dar a los toros lanzadas”.
El hecho de que tal empresa se consigne en un tratado de montería, al lado de la que se hace con toros cimarrones en la India Occidental, o con bisontes y uros en Polonia, indica claramente que la actividad taurina está para Argote dentro de una tradición venatoria, y así a las capeas con capas, venablos y perros llama montería de los toros en un coso. En otro lugar extremo las consecuencias de este hecho, que aquí tan solo me importa notar como indicio de que el libro de Argote de Molina representa la tradición más arcaica en la consideración del arte del toreo, y por ello los considero en primer lugar, aunque los que siguen tengan acaso fecha más vieja de escritura o publicación.
Era Argote de Molina gozador de la fiesta taurina, que califica de:
“La más apacible fiesta que en España se usa, tanto que sin ella ninguna se tiene por regocijo, y con mucha razón, por la variedad de acontecimientos que en ella hay, y el dar lanzadas al toro es calificado de gran gentileza española”

MANERAS DE ALANCEAR AL TORO

Se distinguen dos maneras de hacer esta suerte: “Una llaman rostro a rostro y otra dice al estribo”.

Las diferencias entre ambas suertes las caracteriza así: “Rostro a rostro es cuando la postura del caballero hace la herida en el toro en el lado izquierdo, por la disposición de la postura, que en tal caso sale el toro huyendo por la parte contraria de donde le lastiman, haciendo fuerza el caballero en el toro, desviando los pechos de la puntería que el toro trae. Y a esta causa echa el toro por delante de su caballo, que es la suerte más peligrosa de todas las que se pueden ofrecer, y por eso la más estimada. La que se aguarda al estribo es solo un movimiento de la postura del caballo y del caballero, que la venida que hace es sacar la cara del caballo de la del toro, haciendo la herida en el lado derecho del toro; de suerte que la fuerza que el caballero pone en la lanza, y la que el toro trae con su furia, hacen salir al toro por el lado derecho y al caballero por el lado izquierdo, desviándose el uno al otro, y a esta causa en menos peligrosa”.
Tras esta distinción, hecha con conocimiento de buen aficionado, da instrucciones sobra las condiciones del caballo, las del toro según sus hábitos y manera de embestir, sobre la lanza y sobre la compostura del caballero.
Dado el golpe y hecha la herida, no ha de soltar la lanza de la mano sin tenerla hecha pedazos, aunque el toro le saque de la silla”.