ANA DE CASTRO
Juan Lara Guido
Nació en Valdepeñas, a finales del siglo XVI.
Célebre poetisa y escritora del siglo
XVII. Lope de Vega, en el Laurel
de Apolo, Silva I, hace el siguiente elogio de doña Ana:
“Pero volviendo
aquel lugar dichoso
Que fue de frey
Miguel patria florida
La fama con el
vuelo vagaroso
En los tornos
del aire sostenida,
Cual suele en
la extendida
Tierra mirar el
águila la presa,
Miró para esta
empresa
A doña Ana de
Castro, y no la hallaba,
Porque en la
corte de Felipe estaba.
Oh tú, nueva
Corina,
Que olvidas la
del griego Archelodoro,
A quien Dafne
se inclina
Y el cisne más
canoro
¿De quién mejor
pudiera
Fiar Apolo los
coturnos de oro,
Si Píndaro
viviera,
Para laurel de
tanto desafío?
¡Oh ninfa ya de
nuestro patrio rio!
Pretende el
lauro verde,
Que nunca al
hielo la esmeralda pierde;
Y pues das a
Felipe eternidades,
Y pues das a
Felipe eternidades,
Reserva para ti
siglos de edades”.
Ana de Castro fue una poetisa y
biógrafa del Siglo de Oro español, nacida en valdepeñas, como hemos dicho
anteriormente, a finales del siglo XVI y afincada en Madrid. Dedicó su obra a
ensalzar la figura del rey Felipe III. Y escribió un libro, la única obra que se conserva de esta autora,
llamado:
Eternidad
del rey Don Felipe III, nuestro señor, el piadoso. Discurso de su
vida y santas costumbres, al Sermo. Sr. Cardenal infante, su hijo. Con
privilegio, en Madrid, por la viuda de Alonso Martín, año 1629.
Son 56 hojas, en 8º, con Aprobación de
fray Ortensio Félix Paravicino, Madrid 4 de abril de 1624, y Licencia de Don
Gabriel de Moncada, 28 de marzo de 1629.
De niña conoció al Infante don Fernando
de Austria y luego formó parte del círculo íntimo de la Casa Real e intima
amiga de los Duques de Lerma y Uceda.
Se sabe acerca de ella por los
innumerables poemas y prosas laudatorias que sobre ella y para ella escribieron
principales poetas y escritores de la época, como:
Lope de Vega, Quevedo, Valdivieso Mira de
Amescua, Bocangel, López Zárate, Pérez de Montalbán, Pellicer, Juana de Luna
Toledo, Mariana Manuela de Mendoza, Victoria de Leiva, Catalina del Rio, Ana
María de Castro, El Duque de Lerma, El Marqués de Alcañizas, El Conde de
Siruelo, El Conde de la Roca, Gaspar Bonifaz, Agustín M. Vasconcelos, Antonio
Herrera Manrique, Mira de Amescua, Jacinto Bocanegra, Francisco López de
Zárate, Juan Pérez de Montalván, José de Valdivieso, Miguel de Silveira,
Antonio Carnero, Francisco de Villalobos y Tapia, Juan de Andosilla Larramendi,
José Pellicer, Alonso de Peralta y Cabrera, Agustín Collado del Hierro, Clara
María Madrigal, Justa Sánchez del Castillo, Lope Sánchez de Valenzuela, Diego
de Vargas, Luis Alfonso de Ayala, Francisco de Vivanco, Jorge de Tovar
Valderrama.
Ante tanto admiradores se deduce que
fue una mujer muy bella en ilustrada, muy admirada por sus coetáneos. Así por
ejemplo, a pesar de la misoginia que Quevedo demostró hacia las escritoras y
poetisas de su época, colaboró en sus escritos. Jauralde afirmó de ella: “Ana de Castro Egas es una dama de la Corte
con merecida fama de letrada”.
Mencionan a Ana de Castro: Bartolomé
José Gallardo: Ensayo de una biblioteca
española. Madrid, 1863. Tomo 2º.
Nicolás Antonio, Biblioteca Hispano Nova. Tomo 38. Página 190 y 530.
Se cree que pudo haber utilizado el
seudónimo de “Anarda” para firmar varias décimas escritas en la década de 1620.
Tirso de Molina, en su novela Cigarrales
de Toledo, tiene como protagonista a una tal “Anarda” que es académica de
la Corte.
Fue junto a Lope de Vega la promotora
de incluir mujeres en los círculos literarios y académicos, con ella colaboraron
especialmente siete mujeres, entre las que se encontraban su sobrina Catalina
del Rio, y sus primas Clara María y Ana María de Castro. Así, por ejemplo, Lope
de Vega escribió sobre ella en su obra “El
Laurel de Apolo”.