LA
FIESTA NACIONAL DEL TORO BRAVO - I Parte
Principios
de la Tauromaquia
La llegada de
Felipe V (16 de noviembre de 1700) al trono español supuso un importante cambio
en las costumbres de nuestra nación. El nieto de Luis XIV se había educado en
la corte del país vecino, cuyo refinamiento era de lo más exquisito, y sus
formas y maneras contrastaban con las de los españoles, recién salidos de una durísima
guerra, precisamente la que le valdría a Felipe de Anjou la corona de España
gracias a la paz de Utrecht.
Los
cortesanos que llegaban a España desde Francia, acompañando a Felipe V, estaban
hechos al lujo de las fiestas palaciegas, a la cultura, la música, el arte, y
no encajaban con aquellos espectáculos taurinos, que, por otra parte, eran
mucho más cruentos que los que conocemos en la actualidad. Nuestra aristocracia,
que gustaba alancear toros y del toreo a la jineta, quedó deslumbrada por el
nuevo estilo cortesano y embobada con todo lo que sonara a francés, se apartó
del noble ejercicio del toreo ecuestre para satisfacer las nuevas exigencias
sociales.
La
llamada “sociedad culta” española poco a poco rechazó la fiesta de los toros. Unos
pocos nobles –Jerónimo de Olazo, Luis Peña y Bernardino de la Canal- lucharon
por la supervivencia del toreo a caballo, pero baldíamente: en tiempos de
Felipe V, la afición a la Fiesta, tal y como se había entendido hasta entonces,
agonizaba.
Cuenta
Nicolás Fernández de Moratín que:
“Como
dice el señor Felipe V no gustó de estas funciones lo olvidando la nobleza;
pero no faltando la afición de los españoles, se dio la plebe a ejecutar su valor
matando toros a pie, cuerpo a cuerpo, con la espada, lo cual no es menor
atrevimiento y sin disputa es la hazaña de este siglo”.
El Toreo a caballo en el Medievo.
Se
tiene noticias de la existencia del toreo a caballo en España que se remontan
al Siglo IX y que coinciden históricamente con la introducción del uso del
estribo en la monta a caballo en Europa, con cuyo fundamento se vio favorecida
la institucionalización de la caballería occidental, proyectada hacia el mundo
de la milicia y al terreno de lo festivo en pleno esplendor del feudalismo. Más
adelante, en el siglo XIII, el toreo a caballo, como consecuencia de una
disposición legal del rey Alfonso X, el Sabio, adoptaba en el Código de las
Siete Partidas, quedará oficialmente aceptado como manifestación festiva que
permitía a la nobleza mostrarse al pueblo en los eventos celebrativos de la
Corte.
Esta
disposición de Alfonso X condenaba la práctica taurina de los “matatoros”, acusándolos de hacerlo por
dinero, mientras que permitía lidiar a los que lo hicieran “Sin precio, sin cobrar, sólo para demostrar su fuerza”, es decir,
a los nobles montados a caballo, motivo que les aportaría aureola de “hombres
valientes y esforzados.
Hay
que tener en cuenta que en aquél entonces, de manera simultánea, se lidiaban
toros por los pueblos a pie, y por la nobleza, a caballo. Utilizando el
alanceamiento de los toros como una práctica de entrenamiento militar, y que
alcanzó cotas de máximo seguimiento entrando ya el siglo XV.
Su
técnica, alrededor de un primigenio uso de lanza y espada, se fue
perfeccionando hasta culminar en las distintas variantes que dominaron en su
ejecución en la Edad Moderna.
Los
caballeros durante la Edad Medieval, principalmente, dispusieron de ejercicios
y juegos para prepararse para la guerra en tiempos de paz. Así debemos entender
la proliferación de encuentros festivos en los que se competía en justas y
torneos o se jugaba a la sortija o a los tablados. El panorama festivo
caballeresco hispánico introdujo dentro de esa esfera práctica y lúdica, como
algo propio, el juego de cañas y el alanceamiento de los toros.
Sobre
estas crónicas de nobles y reyes del medievo histórico nos dan cuenta de ello y
lo dejaron escrito, algunos escritores como Díez Games, Galíndez de Carvajal y
Ginés Pérez, que en sus “Guerras Civiles de
Granada”, libro impreso en el año 1756, y que nos cuenta cómo era el alanceamiento
de los toros y los juegos de cañas entre caballeros, y algunos juegos más que
servían de fiesta y entrenamiento militar en la Vega de Granada, y en general, en la Península Ibérica.
Contiuará...
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