JUAN LEÓN
Juan León y López, nació en Sevilla el 2 de septiembre de 1788, y
murió en Utrera el 5 de octubre de 1854.
El célebre
torero Juan León (el de la copla) nació en Sevilla capital, que como tantos
toreros de su época, pasaron su niñez en el famoso Matadero sevillano,
adiestrándose en el arte del toreo, bajo la dirección y el auspicio del célebre
Francisco Herrera Guillen, continuando después, como banderillero, hasta
conseguir el beneplácito del público, que algo tuvo que influenciar la
enseñanza que de su maestro recibió, que no poco influyó en sus dotes y
cualidades, asimilándolas a su forma y maneras de torear.
Así se deja
conocer por la historia de este torero, que siempre supo sostenerse a una gran
altura digna del nombre que adquirió, elevándose si cabe, hasta que por razón
de su avanzada edad abandonó la profesión; y aún en este caso debemos decir que
Juan León, nunca fue viejo para el toreo. La falta de agilidad, la suplió por
el Arte que tan hábilmente poseía.
Su Arte con
la muleta fue sin límites, manejándola extraordinariamente. Nadie le vio en
situaciones violentas, cuando un toro se defendía con aspereza y derrotas, por
el contrario, siempre inspiraba nuevos recursos, que le evadían del peligro,
que le pudiera la peor condición de los toros, que, al rigor de su espada,
morían.
Como hemos
dicho, Juan León recibió las primeras lecciones de Curro Guillén, que,
acogiéndole desde niño bajo su protección, sacó de él a un distinguido
banderillero. No era en el tiempo a que aludimos muy general, que los diestros
que ocupaban un lugar de esta clase fuesen aplaudidos con entusiasmo por los
espectadores, pero Juan León, con algunos compañeros de la época, alcanzó este
triunfo, disputándose a la vez con sus contemporáneos el lugar más preferente
que a semejante situación era dada. Por ello mereció el nombre de sobresaliente
que ninguno le disputó jamás.
LA COPLA DE JUAN
LEÓN
Más flamenco no lo había,
en la villa de Madrid,
cuando fue de Andalucía,
a la corte a presumir.
Y con Cúchares y El Tato,
en el Café de la Unión,
se ufanaba de arrogancia,
el torero Juan León.
Como reluce, como reluce,
la gran calle de Alcalá,
como reluce, como reluce,
cuando suben y bajan,
los andaluces, los andaluces,
y reluce más que el sol,
cuando con su traje corto,
la pasea Juan León.
A Paloma, moza brava,
puso cerco Juan León
pero ella se burlaba,
del mocito rondador.
Curro Cúchares y El Tato,
en el Café de la Unión,
un cantar muy conocido
dijeron al fanfarrón.
Ya no reluce, ya no reluce,
la gran calle de Alcalá,
ya no reluce, ya no reluce,
cuando suben y bajan,
los andaluces, los andaluces,
que al torero Juan León,
una madrileña guapa,
le ha robado el corazón.
Compositores: García Padilla, León,
Quiroga y cantada por la gran Marifé de Triana.
Llegó una
época para Juan León, en que dominaba las suertes concernientes a su clase, y
en la que era preciso ocuparlo en otras más difíciles, y se le propuso la de
ser toreros. Aceptó como era de suponer, y bien pronto se confirmó la idea de
que esta elevada situación, era la más compatible a la inteligencia de este diestro,
y a fuerza de voluntad con que al toro se lanzase. Pocas advertencias fueron
necesarias para imponerle de lo que debía practicar.
Una
inteligencia consumada demostró bien en breve, y esta reunida a su agilidad y a
la especialidad de sus recursos, lo elevaron en poco tiempo, organizándose unas
simpatías generales en cuantas plazas se presentaba.
Negar que
las consideraciones que el público dispensaba a Juan León, no eran remuneradas
por este, seria faltar a la verdad y no discurrir sobre el aprecio que este
buen torero mereció de cuantos veían su manera de torear. Difícilmente puede
hallarse más completa uniformidad de pareceres entre los espectadores, cuando
se trata de un buen torero, y Juan León era esto una consecuencia de las
simpatías que inspiraba.
Inteligentes
y profanos, se declaraba por este célebre torero, porque a los primeros no
molestaba con exposiciones, que siempre son repugnantes, y a los segundos
complacía por la manera oportuna de aplicar su arte a las difíciles suertes que
el toro le presentaba. Tal concepto mereció en sus buenos tiempos, y desde poco
después de lanzarse a ocupar un puesto en el escalafón de matadores.
¿Cómo negar
a este célebre torero una superioridad, respecto a los demás, que existieron en
sus buenos tiempos? Sin competidor notable que le estimulase, sin elementos
capaces de prestar alguna idea y sin más recurso que los antecedentes
adquiridos del inolvidable Curro Guillén, supo crearse un método, que a la vez
metodizaba y conducía a la perfección, pero no digamos que este era forzado,
no, era el más a propósito para la lidia, puesto que a todos agradaba y a todos
satisfacía. Las notabilidades que en los primeros tiempos de Juan León alcanzó
este a ver, y el buen trabajo que otros antiguos diestros practicaron en época
anterior, en que este pudo adquirir igual los conocimientos taurinos, a razón
que se formaba en su manera de manejar los trastos de matar, tal era su
convicción de que este método adquirido de su maestro Curro Guillén y
regularizado después con proporción a sus dotes físicas, era el más útil y
beneficioso. La experiencia demostró más tarde, que su opinión en esta parte
fue la más acertada, puesto que bajo ningún concepto hubiera disfrutado jamás
otra reputación más distinguida que la adquirida en su carrera, conservada
íntegra en su larga vida torera y aun después de su retirada del mundo taurino.
Juan León
fue siempre uno de esos matadores que, ya excusados con su agilidad, bien por
la natural defensa que desde luego se creó con la muleta, y por su gran valor para
con los toros, se contentaba con muy escasos pases para lidiar y estoquear; si
el toro resultaba muerto de una estocada, su triunfo estaba ya conseguido,
puesto que a la prontitud iba unido el lucimiento; pero si en caso contrario el
toro no caía y necesitaba otra estocada, Juan León no titubeaba en darlas precipitadamente,
porque sin duda obraba en él la convicción de que este periodo en la lidia del
toro debe ser breve y pasajero.
Otra causa
existe, y es, de que este aventajado torero utilizaba la suerte del volapié con
más frecuencia, y la anteponía a las demás suertes, que por entonces se
conocían. Por esta y por otras muchas razones, los aficionados que no eran
partidarios del arte de Juan León, lo criticaban.
¿Y esta era
razón para juzgarle así? Los que de tal modo opinaban, ¿no veían las cualidades
físicas del torero? En su talla, en sus elementos físicos y en todas las demás
particularidades de este diestro, ¿cabía otro sistema que proporcionara mayor
seguridad y lucimiento? El toreo de Juan León satisfacía a la mayoría del
público, y el mismo también se satisfacía su entrega para con el toro. Pero no
se diga por eso, que esos arbitrios son ajenos del arte. Por el contrario, son
necesarias muchas cualidades y poseerlas con sobrada perfección, para adquirir
en dilatadísimo periodo, el crédito y justa fama que siempre mereció el matador
de toros cuyo juicio nos ocupa.
Llaman
matador de sorpresa al diestro que, con el auxilio de su muleta, arregla la
cabeza de los toros en menos tiempo que otro que ha sabido regularizar su
acción y manejo para adquirir una completa defensa; que sin eludir ninguna de
las reglas establecidas en el arte de torear, consigue matar un considerable
número de reses, y que siempre se hallan ocasiones para aplaudirle y vitorearle,
no puede con justicia censurársele ni darle otro título que consumado matador
de toros y distinguido diestro. Tal es nuestro parecer y el de cuantas personas
reflexionen antes de aventurar una expresión, que sin duda alguna es ajena al
mérito que reconocidamente poseyó este torero. Recordemos su manera de lidiar a
los toros, su defensa con la muleta para con todas las situaciones en que los
toros se colocaban, y esto sólo bastará para que le aclamemos con entusiasmo,
porque tal es el efecto que produce lo bien entendido, lo útil, lo provechoso y
lo que se adapta al gusto y capacidad de todos.
Sentimos que
la falta de documentación no nos permita decir de él cuanto se merece
ciertamente en el concepto de los imparciales, un hombre cual el de que
tratamos fue siempre apreciable para los que en algo tienen las especialidades
de su país, y para las que distinguen el mérito donde quiera que lo hallen. Quisiera,
por lo tanto, dejar consignados sus hechos más notables, para que se
inmortalizaran cual el de otros muchos que exponemos.
Nos resta
comentar de este aventajado torero, que sólo a sus grandes conocimientos le
hubiera sido dado, más que a ninguno de los de su clase, defenderse de las
reses a tan avanzada edad. Ya pasaba de sesenta años cuando toreó por última
vez, y falleció el año 1854 en Sevilla, no dejando a su desconsolada familia
más medio de subsistencia, que el recuerdo de su honradez.
CRONOLOGÍA
*Juan León,
como tantos toreros sevillanos de la época, en sus primeros años de aprendizaje
tuvo lugar en el famoso matadero de Sevilla, concurrido por tantos “maletillas”
jóvenes, que luego, algunos, serían famosos.
Aquí en este
matadero sevillano, también empezó Juan León haciendo sus “primeros ensayos” de
torero, bajo la dirección y auspicios del célebre Curro Guillén. Entrenamientos
continuos hasta conseguir una técnica del toreo de la época, hasta conseguir
una distinción, en que algo debió contribuir las instrucciones que de su
maestro recibiera, pero no poco influiría sus dotes y cualidades, las más
adecuadas para la profesión. Así se dio a conocer.
*Juan León tomó la
alternativa, en Madrid, en la “Plaza de la Puerta de Alcalá, el 29 de abril de
1821. Su padrino fue Francisco Herrera “Curro Guillen". Fue una gran figura
de los ruedos, y destacó por su valor, raza y fuerza en el toreo.
*Temporada 1816-1819, en esta temporada lidiaba como media espada, en la plaza de Madrid, el 8 de julio de 1816, destacó entre Cándido, Curro Guillén y el Sombrerero. Juan León, avecindado en la Villa y Corte, tras el alzamiento de Riego, se alistó en el cuerpo Nacional de Milicianos de Caballería, decisión que le permitió incrementar el número de contratos. Este mismo año toreó un festejo en Sevilla en honor del anterior general liberal.
*En el 1820, el 20 de mayo toreó en Ronda donde fue cogido, por el toro que mató a Curro Guillén, el gran maestro murió en minutos ante el desconsuelo de los allí presentes. En paralelo, se labró una gran popularidad gracias a su enconada rivalidad con El Sombrerero.
*En la temporada 1821-22, torea en Madrid como primer espada.
*Año 1840-50, sufre graves cogidas, a consecuencia de su forma de toreo, arriesgando, propio de un torero valiente.
*Y en la temporada 1851, el 25 de mayo es cogido nuevamente en Aranjuez por
lo que decide retirarse de los ruedos.
Inauguración: El 20 de agosto de 1845 se
inaugura la plaza de toros de Almagro (Ciudad Real), con una corrida de toros
en la cual actuó como único espada Juan León, y en ella se lidiaron toros de la
ganadería de Vistahermosa.
Temporada 1851: el 25 de mayo es cogido en Aranjuez, por lo que decide retirarse
definitivamente