Páginashttp://juanlaravaldepenasot.blogspot.com.es/2013/09/juan-lara-guido-pinturas-y-dibujos.html

Monday, September 30, 2013


Juan Lara Guido 

  GREGORIO PRIETO  (II Parte)

La Fundación Gregorio Prieto se constituye en 1968 en la cueva de Medrano, como deseo de donar toda su obra pictórica al pueblo español. En 1987 por expreso deseo de Gregorio Prieto se instala la Fundación en la Ciudad de Valdepeñas, inaugurándose la primera fase de su Museo en 1987, aunque no es hasta 1990 cuando S. M. El Rey inaugura la totalidad del Museo.
El Museo se instala en una típica casa manchega del siglo XVII, restaurada convenientemente para albergar la colección de arte. Dicha colección posee también obras de otros pintores del siglo XX, como Picasso, Dpissis, Chirico, Vázquez Díaz, Bacon, etc. Así como también una colección de dibujos originales de Federico García Lorca o Rafael Alberti, y colecciones de tallas en madera policromada de tipo religioso, pertenecientes a varios siglos.
Un recorrido por las salas del Museo permite contemplar la evolución de la obra de Gregorio Prieto, desde su época impresionista hasta el surrealismo, pasando por la época griega y romana o su etapa postista, donde destacan las surrealistas y metafísicas fotografías tan características de este movimiento. El postismo es lanzado al mundo del Arte por el genial valdepeñero y por Eduardo Chicharro desde Roma, siendo junto con Francisco Nieva, Edmundo D´Ory o Juan Alcaide los máximos representante los máximos representantes del mismo.

Guirnaldas, caracolas, camafeos, cornucopias, molinos, estampas, mayo florido y hermoso…Todo un escenarios en el que vivir la voluntariosa vanguardia que el artista Gregorio Prieto ha venido manteniendo a través de dilatados ¿Cuántos años? La acumulación caótica de estilos, maneras y procedimientos despista y deslumbra al espectador: óleos a la manera de Chirico, de Picasso o del penúltimo Picabia; dibujos a lo García Lorca, a lo Gregorio Prieto. Fotomontajes y montajes; collages, altares, diplomas, paisajes, surrealismo, dadaísmo, postismo, narcisismo, costumbrismo, kitch, o camp… De nada valen categorías para abarcar lo que sólo abarcan los ojos. La vanguardia tiene aquí aires de verbena manchego-andaluz y, como tal, va por dentro, la verbena, y se resuelve en ímpetus y sensaciones más que de pintor parece ser su intención. No se busca tanto el resolver problemas formales o de color como el dejar constancia de una biografía. Un poco como resolver un coleccionista nada cruel de mariposas o, mejor, como un niño que esconde en un hoyo sus recuerdos, preservándolos con un cristal. Monumentos personales que no admiten juicios de valor. Su curiosidad le llevó a visitar casi todos los lugares por los que discurría lo nuevo, pero en ninguno de ellos se aclimató; se limitó a asomarse y cambió el tercio, volviendo, con los años y de cuando en cuando, a visitarlos de nuevo.
Y así, para el espectador, el Gregorio Prieto típico de los dibujos de lánguidos jovencitos perdidos entre guirnaldas queda diluido en ese otro más grande que surge del maremágnum entrañable de esta exposición antológica-biográfica: el del artista que no fue fiel a su obra sino a sí mismo. Por eso no intente el espectador, y menos el crítico, buscar evolución ni coherencia entre los distintos momentos de su obra (entre otros motivos porque apenas encontrará referencias cronológicas en que apoyarse, ya que han sido cuidadosamente ocultadas: el artista eternamente joven o casi niño). Monumentos personales e inocentes para solaz de visitantes descreídos.


Prieto, una  vida  de  Pintura[1]

1997. Durante este año se conmemora el Centenario del nacimiento de Gregorio Prieto, un hombre que como pocos es capaz de devolver la brillantez al manido término “artista”. Gregorio Prieto vivió para pintar y pintó para vivir, pero no sólo eso, sino que, además, su incansable curiosidad (rara vez satisfecha) le acercó a la literatura, a la fotografía y a todos aquellos lugares y manifestaciones donde la belleza tuviera algo que susurrarle. Su extensa vida, su juventud empedernida, ha dejado tras de sí la estela de una obra prolífica y personal que suele escaparse a calificativos convencionales.
Inquieto y nervioso, dotado de una desbordada imaginación y certera intuición, se propuso ser pintor, ser famoso, ver mundo, escribir un tener un museo. Todo ello lo obtuvo con creces, ayudado por su obstinación de Tauro y una enorme capacidad de trabajo, sabiendo aprovechar tanto los éxitos como las contrariedades que jalonaron si camino. Un camino andado paso a paso, a veces a zancadas, y que, sin embargo, no alejó su corazón de su adorada Mancha natal.
Nacido en Valdepeñas un 2 de mayo de 1897, cuenta la tradición oral que el pequeño Gregorio comenzó dibujando con el entonces indispensable lápiz de color azul y rojo que abundaba en el bazar, propiedad de la familia Prieto. Bazar que, a modo de gigantesco bodegón, donde se acumulaban infinitud de objetos, seguramente impresionaría la retina del niño.
Muy pronto (1905) se trasladaría con su familia a Madrid. Ya en la adolescencia comenzaría los Estudios en la Escuela Industrial ante la presión paterna de “hacer algo de provecho”. Sin embargo, tan solo destacaría en dibujo lineal, siendo un desastre en el resto de las asignaturas y abandonando finalmente esa dirección. Pasaría a estudiar mecanografía y taquigrafía, y ante la desesperación de su padre en el taller de escenografía de Martínez Garín. Ilusionado ante la idea de por fin poder dedicarse a pintar enormes decorados, la realidad (tantas veces castradora de sueños) le demuestran que encolar, pegar carteles o clavar listones nada tiene que ver con lo que había imaginado. Pese al empeño y resignación con que trabaja de nuevo termina abandonado. En secreto se prepara para el examen de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, superando con éxito la prueba ante la resignación definitiva, en este caso, de su padre. El rumbo por fin ya está marcado y lo seguirá incansable hasta el resto de sus días.                                                                                        
Destacando rápidamente por sus dotes pictóricas le conceden una beca para realizar cursos de verano en El Paular y Aranjuez. De estos momentos datan sus primeras obras: paisajes al natural con una técnica cercana al Impresionismo e incluso al Puntillismo, de delicada ejecución, colores esponjosos, palpitantes, bañados por una luz cálida e inocente que no funde las cosas sino que las revela. Pinturas de lirismo contenido que tal vez tengan relación con la gran amistad que desde ahora y a lo largo de toda su vida mantendrá con los poetas de su tiempo: Lorca, Aleixandre o Guillén. Más tarde Cernuda o Alberti. Poetas con los que siempre se ha identificado, más que con pintores.
Con las obras de los becados se organiza una exposición a la que asiste la reina Victoria Eugenia. Prieto vende algunos de sus cuadros a coleccionistas franceses. Su éxito comienza a difundirse y es llamado para inaugurar el Salón de Exposiciones de Bilbao. La madurez de su pintura no podía hacer sospechar a los organizadores del evento que el pintor Gregorio Prieto era tan sólo un joven de 22 años, tan ingenuo que rompe un cheque obtenido por la venta de algunas de sus obras en la exposición pensando que era un papel sin valor.
A partir de los años veinte, Prieto viajará y vivirá en distintos lugares de Europa que irán dejando su impronta en los lienzos del pintor.
 Los primeros pasos le dirigirán a París, donde Picasso ostentaba el trono por excelencia entre los pintores. Su carácter extrovertido le llevará a conocer a los hombres y obras de vanguardia, estudiando las nuevas tendencias, pero sin dejarse arrastrar por ellas. Porque Gregorio Prieto no ha pertenecido a ninguna escuela, ni grupo, ni “ismo”. Su modernidad nace de su unicidad. Su mundo pictórico, a pesar de las evoluciones, es homogéneo, es un mundo cerrado que se desarrolla ilimitadamente. Las pinturas parisienses de Prieto son composiciones más estudiadas, bien son temas de naturalezas muertas teñidas de simbolismos  en homenaje a sus amigos los poetas, bien son paisajes del natural, normalmente de pequeño formato, o bien, como no, sus paisajes manchegos retenidos en la memoria y plasmados con delicada serenidad e intimidad. París le acoge con los brazos abiertos, expone en importantes galerías y su obra comienza a viajar a distintos puntos del planeta. Pese a todo, decide volver a España.
Regreso breve, pues prepara el examen para la beca de Roma, que le es concedida. Roma será un punto de inflexión en la obra del artista. Fascinado desde su juventud por el mundo clásico, se sumergirá con fruición en su trabajo, fruto del cual surgen cuadros simbólicos, de atmósferas inquietantes, ruinas melancólicas y vigorosos maniquíes. Una interpretación tan personal del mundo antiguo que Valle-Inclán (entonces director de la Academia de Roma) no duda en comparar la obra de Prieto con la de Goya.

Si Roma le deslumbró, su posterior estancia en Grecia significará la cúspide y apoteosis de la exaltación del mundo helénico. Su pintura continúa combinando las ruinas arqueológicas con las enigmáticas presencias humanas, que frecuentemente suelen ser marineros, Alter ego del viajero estepario manchego. En Grecia, Prieto encontrará otra Mancha, igualmente blanca y plagada de molinos, diferente por la presencia del mar. Después de Grecia vendrían Berlín, Bélgica, Dinamarca, Groenlandia, Egipto y finalmente Inglaterra, donde acudiría para quedarse unas pocas semanas y permaneció catorce años.
Es un periodo difícil, de Guerra Civil en España y Guerra Mundial en el resto, pero su concepción del arte, basada en el que hacer múltiple y diario, hará que su espíritu pacifista y alejado de convicciones políticas se mantenga a flote. Será un periodo de íntima reflexión y restricción. Sus paisajes, de volúmenes compactos y tonalidades apagadas, se adueñan de la luz inglesa con una maestría superior a la de los pintores nativos. El éxito continúa siguiéndole los pasos, asombrando al público en cada nueva exposición. Sus lienzos comienzan a competir con sus innumerables dibujos, dibujos que la crítica califica como “poesía en línea” y que serán solicitados para acompañar prestigiosas ediciones de Shakespeare o Milton.
Cansado de la II Guerra Mundial, regresará a España. Su capacidad de entusiasmo y admiración por lo bello le encaminará hacia distintos lugares de nuestro país en un intento por redescubrirlo. De cada viaje volverá cargado con la nueva carpeta de dibujos: Sevilla, Tarragona, Granada…
Continuará cultivando la amistad de poetas, colaborando con ellos en multitud de libros. Los dibujos de Prieto van a ser más expresionistas, cargados de una ironía sarcástica que le acerca a Dalí, Picasso o D´Ors.
Desde su Valdepeñas natal el torbellino artístico de Gregorio Prieto no conocerá descanso, creando los famosos “popares” (collages) durante los años sesenta e investigando en sus lienzos y dibujos hasta el final de su larga vida. Son numerosos los tributos de homenaje que Gregorio Prieto recibiría. En Valdepeñas, en el Museo de la Fundación que lleva su nombre, dieciocho artistas manchegos colgaron sus obras junto a otras de Prieto cedidas por el Museo Reina Sofía, en una exposición que permaneció abierta todo el mes de septiembre. A mediados de ese mismo mes, la Fundación “La Caixa” inauguró en Barcelona una exposición sobre las vanguardias fotográficas con presencia de Prieto. Por último, también se celebró una muestra antológica itinerante, organizada por la Junta de Comunidades  de Castilla-La Mancha, reúne la obra de Prieto, primero en Madrid (Centro Cultural Conde Duque), en diciembre en Toledo (Museo de Santa Cruz) y posteriormente en otros museos de Castilla-La Mancha.
Fue pintor, fue famoso, vio mundo, escribió y tres Museos en Valdepeñas llevan su nombre.

Viajes y estancias de Gregorio Prieto.

En los años 1928-1936 comienza, lo que podemos denominar su tercera etapa, que abarca precisamente su estancia en Italia y en Grecia. Su obra toma un giro decisivo en contacto con el arte italiano del momento. Durante los dos primeros años (1928-1930) se deja influenciar por lo que conocemos como el “Novecento Italiano”, movimiento que planteaba la revisión de lo considerado “moderno”, siendo más una idea que un estilo cuyo y único nexo de unión, era la vuelta al clasicismo académico. En esta línea trabajaban pintores como Campligi o escultores como Marini, sirviéndose de la figura en su concepto tradicional cono medio de expresión. Las pinturas de Prieto, “Ruinas” o “Ruinas de Selinunte”, pueden encuadrarse en este espíritu novecentista.
Conoce también la “Pintura metafísica”, por la que se siente fuertemente atraído. Dentro de esta corriente italiana, surgida en 1917, podemos encuadrar los trabajos de Giorgio de Chirico y de Carlo Carra entre otros. El retorno al orden, la valoración de la forma, la inspiración en las tradiciones artísticas, encajan perfectamente en el lenguaje personal que Gregorio Prieto estaba buscando. Esta pintura que crea ambientes enigmáticos que sugieren mundos pretéritos se refleja en obras tan singulares como “Mármol y bronce”. Su influjo lo percibimos incluso en grandes obras como “Los maniquíes” “Luna de miel en Taormina” y “La Creación”.
Italia y lo clásico llegan a dominar su vida. Recorre las principales ciudades tomando apuntes de todo lo que impacta; Roma, Pompeya, Tormina, van surgiendo en sus lienzos. El mundo antiguo le atrae de tal manera que se traslada a Grecia para conocer su arte y su historia, concibiendo obras de gran belleza plástica como “Isla Griega”.
Durante su estancia en Italia conoce al pintor Eduardo Chicharro, becado igualmente en la Academia de Roma, quien ejerció una fuerte influencia sobre su obra. Trabajan conjuntamente en fotografía, siendo retratado el artista hasta la saciedad en las más variadas poses (como marinero, desnudo, abrazando estatuas) en una concepción totalmente surrealista pero muy poética. Gregorio Prieto conservó este material que utilizará en el movimiento “Postista” de los años 40 y que retornará en los años 60 para recortarlo, en colarlo y crear sus singulares “Collages”.
En 1931 regresa a España, estableciendo nuevos lazos de amistad con los poetas de la Generación del 27, especialmente con Lorca y Alberti. Continúa viajando incansablemente por Suiza, Francia y los Países nórdicos, mientras su obra recibe elogios de la crítica más especializada. Tras su presentación en la Bienal de Venecia de 1930, es seleccionado para formar parte de la gran exposición que sobre Arte Español tiene lugar en el Colegio de España en 1935.

Se ve obligado a refugiarse en Inglaterra al estallar la Guerra Civil. Durante esta etapa estuvo muy vinculado a Cernuda. Realizó los decorados de  “La Zapatera Prodigiosa” y de “Canción de Cuna”, aparte de colaborar en la BBC como crítico de arte y acentuar su actividad como ilustrador gráfico.
En 1937 representó a España en el Pabellón Internacional de la Exposición de París con el cuadro “Luna de miel en Taormina”.

La obra de este periodo (1937-1948), más fresca, más lírica y sobre todo más serena, está centrada en la captación de paisajes al natural y en la realización de homenajes a pintores españoles “Homenaje al Greco”. Pero sobre todo y muy especialmente es este un periodo en el que Gregorio Prieto dibuja incansablemente, produciendo obras excepcionales, que son sin duda lo mejor de su trabajo sobre papel. Dibujos a tinta de una sola línea, magistrales en su concepción y en su realización, de trazo seguro y riguroso, apenas sombreados. Durante este tiempo, desarrolla una febril actividad, realiza varias exposiciones, publica libros con sus dibujos, imparte conferencias, realiza retratos de personajes célebres, pero sobre todo dibuja incansablemente.

Tras su regreso a España en 1947, tiene lugar una exposición en el Museo de Arte Moderno, gozando a partir de ese momento del favor del público. Comienza entonces lo que podríamos denominar su quinta etapa  (1949-1960) principalmente pinta paisajes manchegos de abigarrada factura y realiza sus “Collages”, cercanos al pop. Su pintura, dentro de la figuración, es absolutamente original e inclasificable dentro de las vanguardias de su época.

Relación con Miguel Hernández.
 
Miguel Hernández utilizaba las artes plásticas como fuente de inspiración en sus poesías, acostumbraba a decorar postales, cartas y manuscritos poéticos con dibujos que él mismo hacía. Existe un encuentro entre la pintura y Miguel Hernández, un enriquecimiento de ambas artes.
Los poemas de Miguel Hernández han sido ilustrados por autores como Juan Ramón Alonso, Antonio Ballesta, Joan Castejón, Ramón Fernández Palmeral…
Los distintos viajes del poeta oriolano a Madrid fueron transcendentales para su proyección poética. Es durante su estancia en la capital de España, a partir de noviembre de 1934, cuando Miguel Hernández se encuentra con el pintor Benjamín Palencia, quien le presenta a otros escritores, pintores y escultores como Alberto Sánchez, Maruja Malló, Rodríguez Luna, Miguel Prieto, o Eduardo Vicente. Su amistad con el grupo de artistas conocidos como “Escuela de Vallecas” dejó huella notable en bastantes de sus poemas.
Miguel Hernández conoció a Gregorio Prieto (de la escuela de Vallecas) en Madrid, antes de la Guerra Civil, en el año 1935, como ya se mencionó anteriormente, y tenían muchos amigos en común y esta relación de amistad de Gregorio Prieto con Luis Cernuda, Alberto Sánchez, Manuel Altolaguirre, facilitó el encuentro entre los dos.
“…Miguel Hernández, surgido en el nervioso rasguearse de la pluma como una aparición, no espectral sino vivísima, está también presente en el dramatismo de la penetrante mirada, de la boca a punto de abrirse. El artista sustituyó el contorno neto de la línea continuada y el ancho espacio blanco por la multiplicidad de trazos cortos insertos unos en otros y ordenados con intensa precisión…
Después de muerto Miguel Hernández su obra y su persona siguen siendo fuente de inspiración para diversos artistas que han pintado al poeta de Orihuela, entre ellos Gregorio Prieto. Su retrato es un homenaje póstumo que data de la inmediata posguerra[2]”.

Gregorio Prieto en la Prensa – 19 agosto 1976[3].
                                                                    

“Yo veo a Lorca eterno. Federico está fuera de la moda porque la lleva consigo, y como la eternidad no tiene límites, él seguirá siendo eterno. Aunque ahora mucha gente tiende a derribarlo, no lo conseguirán porque su pedestal es mucho más sólido que el de una pirámide de Egipto”.

Esta es la visión que, a los cuarenta años de la muerte tiene de él el pintor Gregorio Prieto, amigo en vida del poeta, a quien ha retratado repetidas veces en muchos de sus dibujos. Para Gregorio Prieto, que ha ilustrado y escrito, “porque, sabe usted, incluso han llegado a decir que yo escribo mejor que pinto”, siete libros sobre el poeta, Lorca “está condenado a la fama, con muerte o sin muerte de por medio, con sexualidad o no sexualidad por medio. Lorca no acabará nunca. En vida o muerte es y seguirá siendo famoso, como Cervantes o Dante. Era un caso increíble, mágico. Incluso antes de escribir libros, la gente y los poetas ya se inspiraban en él”.     
                                                

-¿Cómo era Federico García Lorca, qué preocupaciones tenía?

-Ante todo era buena persona. No tenía envidia de nadie, cualidad cumbre para juzgar positivamente a una persona. Cautivaba a jóvenes y viejos por su simpatía subyugante. Era como el Santo Varón de la simpatía.
Era un crío al que le gustaban las verbenas e invitar a dulces a sus amigos. Por otra parte es el poeta más católico que existió en su época, según he podido constatar a lo largo de muchos de sus dibujos inéditos que he tenido la suerte de estudiar. Se han dicho también muchas cosas sobre su mundo sexual. Creo que esto se lo último que nos debe preocupar, porque, sea cual fuere su comportamiento en este campo, sobresalía en él el sentido profundo del arte y de la creación poética.

Gregorio Prieto conoció a Lorca en el antiguo Café Regina, de Madrid. “Desde el primer momento me llamó la atención su mirada”. Pocos días después, el 7 de abril de 1924, tuvieron ocasión de dirigirse la palabra en el Museo de Arte Moderno, en una exposición de pintura. Más tarde, “Yo presenté a Lorca a Rafael Alberti, en la Residencia”. Desde entonces se hicieron grandes amigos. Ese mismo día conocieron también a Juan Ramón Jiménez, que había ido a la Residencia de Estudiantes donde pernoctaban también algunos poetas que luego llamarían de la “Generación del 27”.

-García Lorca se manifestó, sobre todo en su primera época, como dibujante, ya que ilustró varias de sus obras poéticas. ¿Cómo ve usted los dibujos de Lorca?

-Los dibujos de Lorca son buenos, en primer lugar porque son de Lorca, aunque esto parezca una afirmación irracional, pero sobre todo tienen valor porque son de una calidad poética inigualable. En los dibujos nos ha dejado una prueba más de su concepción de la vida como misterio.

-¿Ha descubierto usted alguna constante en los dibujos de Lorca que nos permita ver con cierta claridad cuáles eran las motivaciones o las obsesiones del poeta?.

-Los motivos principales de la obra de dibujos de Lorca, y me imagino que también de su escritos, son las cruces, siempre tres, las flechas, los peces, las drogas (simbolizadas en las flores) y los marineros. Estos motivos constituían para él una verdadera obsesión. Yo diría que la obsesión del misterio de Lorca, misterio que yo no podría interpretar ni explicar porque es el mismo misterio que me hace vivir también a mí. Pienso que el dibujo reiterado de cruces dentro de sus ilustraciones significaba de alguna manera el profundo mundo cristiano de Lorca y su obsesión de la muerte. El símbolo de las flechas que yo he descubierto en sus dibujos significaría la unión de lo cristiano con lo pagano, que se puede observar en todas las obras de Lorca. La flecha significa el instrumento de amor del Eros y el instrumento de inmolación (sobre todo en el dibujo del martirio de San Sebastián). El mundo de las drogas lo refleja García Lorca en las flores, sobre todo en las adormideras, las drogas de su infancia.

Gregorio Prieto, a medio camino entre el surrealismo y la pintura metafísica, sigue resucitando a Lorca, no sólo a partir de una extensa colección de dibujos que posee del poeta granadino, sino también de sus recuerdos, cartas, amistad que le unió y creación artística que, a los cuarenta años de la desaparición del poeta, continúa perfeccionando la visión que la historia ha formado de él.

Acto en recuerdo de García Lorca – 30 noviembre 1979

Se celebró un acto en recuerdo de Federico García Lorca en la sede de la Residencia de Estudiantes (Pinar,21), organizado por el Grupo de Empresas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Intervinieron: Miguel A. Almodóvar, Gregorio Prieto, la Soprano Ana Higueras y el pianista Miguel Zanetti. Cerró el acto Emilio Sáez, vicepresidente del CSIC.
El pintor Gregorio Prieto cedió trece dibujos de García Lorca, del que afirma que:
 “cuando un artista lo es, en la auténtica concepción del término, raramente se limita a un solo campo de actividad artística. Este es el caso de Federico García Lorca: poeta, pintor, músico, autor y actor teatral…Artista con mayúscula, en suma”.
“Federico se sintió siempre fuertemente atraído por la pintura, toda su obra poética es un registro de color, llegando, en ocasiones, a lo obsesivo, como en el “Romance Sonámbulo”, donde nombra veinticuatro veces el color verde, formando una armonía cromática que, como en los cuadros de Veronesse, preside la composición con una serie de matices de gama verdosa”.

“Con frecuencia, sus temas son figuras de marineros o arlequines”, añade Gregorio Prieto, “marineros borrachos, de cuyas cabezas salen, como fuentes, dos chorros de agua, mezclando la vida y la muerte, el vicio y la virtud, o el vértigo de aguas arremolinadas y mareantes, que tienden a caer, pero que mágicamente se mantienen en pie. De sus gorras marineras surgen a veces misteriosas y caprichosas cintas, que se transfiguran en inquietantes pájaros marinos”.
“En los dibujos de Lorca, no hay maestría de pintor, pero tienen, en cambio, toda la fuerza y la delicadeza del sentimiento poético de un pincel de inspiración. Hacía sus dibujos por amor, como todo lo que ordenaba su vida, que era una cántara llena de ungüentos maravillosos, constantemente desbordada y que aún hoy sigue llenando todos los ámbitos con el perfume que dejó su recuerdo”.

Inauguración de una nueva muestra de su obra gráfica y pictórica -  28 marzo 1979[4]

“Soy un coleccionista de Exposiciones”.

 Con esta fecha se inauguraba una nueva galería de arte en Madrid que por sus características existen, puesto que sus dimensiones son menores que las de un portal. Galería Mínima es su nombre y se inaugura con una exposición de aguafuertes y cuadros de Gregorio Prieto. Galería especial y pintor inclasificable por sus muchas etapas, amistades, tendencias y vanguardias exploradas.

“En esta era de coleccionismo, todo se colecciona – señala Gregorio Prieto- Todo…, sellos, corbatas, millones, cajas de cerillas, amores, cuadros, esculturas. Recuerdo en Londres que un diplomático coleccionaba famosos en carne y hueso, cosa que me hizo gracia, y quiso que participara en su colección”. La muestra de Gregorio Prieto constará de siete aguafuertes, componentes de una carpeta, Mundo Griego, editada por la nueva galería y en la que se recopilan siete grabados realizados en la etapa griega del pintor, entre 1930 y 1944 y unos diez cuadros pequeños.

“A mí se me acusa de exponer con frecuencia – añade el pintor – y es verdad que mi espíritu de coleccionar exposiciones me hace hacerlo con cierta originalidad, ya que, por si o por no, mi instinto postista me hace coleccionar arcángeles, corazones, espíritus santos, documentación intelectual y qué sé yo cuántas cosas más, y puede decirse que mi arte se ha expuesto en los cinco continentes y en los lugares más extraordinarios, lejanos, distintos, extraños, desde los más famosos museos hasta en la misma calle, al aire libre, pasando también por las más acreditadas galerías de Europa y, sobre todo, de España, que no nombre porque sería interminable”.

“Pero de las que guardo el mejor y más delicado recuerdo ha sido de las exposiciones que hice en la casa en donde nació Shakespeare, en Stradfoor-on-Avon, y la exposición celebrada en la famosísima Cueva-Cárcel de Medrano, en Argamasilla de Alba, donde Cervantes, preso, empezó a escribir la novela más maravillosa del mundo”.

“Después de las elecciones municipales inauguraré un Museo de Dibujo, aquí en Madrid, cerca de la Fundación (calle del General Orgaz), en el que expondré todos los dibujos de los grande pintores que tengo”, y luego comienza una larga enumeración de buena parte de la Historia del Arte Contemporáneo: Max Ernst, Picasso, Miró, Nonell, Regoyos, Zabaleta, Arteta, De Chirico, Rianxo, Iturrino, Bores, Cossío y sobre todo, los doce mejores dibujos de Federico García Lorca”.
Además también contará la Exposición con una selección de los mejores dibujos de Prieto, por supuesto. El Museo del Dibujo puede estar abierto al público antes del próximo verano, incrementado por dos nuevos e importantes dibujos de pintores actuales de primera fila.
“Que pienso comprar con lo que me den por un coche que me tocó en un sorteo de la  Caja de Ahorros de Salamanca. Yo no tengo coche, ni lo quiero tener. Cuando me comunicaron que me había tocado uno, les dije que lo vendieran. Con lo que me paguen compraré dos buenos dibujos, que irán al Museo.

Continuará...  


No comments:

Post a Comment

Puedes dejar tus comentarios aquí: