Juan Lara Guido
GREGORIO PRIETO (II Parte)
GREGORIO PRIETO (II Parte)
La Fundación
Gregorio Prieto se constituye en 1968 en la cueva de Medrano, como deseo de
donar toda su obra pictórica al pueblo español. En 1987 por expreso deseo de
Gregorio Prieto se instala la Fundación en la Ciudad de Valdepeñas,
inaugurándose la primera fase de su Museo en 1987, aunque no es hasta 1990
cuando S. M. El Rey inaugura la totalidad del Museo.
El Museo se
instala en una típica casa manchega del siglo XVII, restaurada convenientemente
para albergar la colección de arte. Dicha colección posee también obras de
otros pintores del siglo XX, como Picasso, Dpissis, Chirico, Vázquez Díaz,
Bacon, etc. Así como también una colección de dibujos originales de Federico
García Lorca o Rafael Alberti, y colecciones de tallas en madera policromada de
tipo religioso, pertenecientes a varios siglos.
Un recorrido
por las salas del Museo permite contemplar la evolución de la obra de Gregorio
Prieto, desde su época impresionista hasta el surrealismo, pasando por la época
griega y romana o su etapa postista, donde destacan las surrealistas y
metafísicas fotografías tan características de este movimiento. El postismo es
lanzado al mundo del Arte por el genial valdepeñero y por Eduardo Chicharro
desde Roma, siendo junto con Francisco Nieva, Edmundo D´Ory o Juan Alcaide los
máximos representante los máximos representantes del mismo.
Guirnaldas, caracolas, camafeos, cornucopias, molinos, estampas,
mayo florido y hermoso…Todo un escenarios en el que vivir la voluntariosa
vanguardia que el artista Gregorio Prieto ha venido manteniendo a través de
dilatados ¿Cuántos años? La acumulación caótica de estilos, maneras y
procedimientos despista y deslumbra al espectador: óleos a la manera de
Chirico, de Picasso o del penúltimo Picabia; dibujos a lo García Lorca, a lo
Gregorio Prieto. Fotomontajes y montajes; collages, altares, diplomas,
paisajes, surrealismo, dadaísmo, postismo, narcisismo, costumbrismo, kitch, o
camp… De nada valen categorías para abarcar lo que sólo abarcan los ojos. La
vanguardia tiene aquí aires de verbena manchego-andaluz y, como tal, va por
dentro, la verbena, y se resuelve en ímpetus y sensaciones más que de pintor
parece ser su intención. No se busca tanto el resolver problemas formales o de
color como el dejar constancia de una biografía. Un poco como resolver un
coleccionista nada cruel de mariposas o, mejor, como un niño que esconde en un
hoyo sus recuerdos, preservándolos con un cristal. Monumentos personales que no
admiten juicios de valor. Su curiosidad le llevó a visitar casi todos los
lugares por los que discurría lo nuevo, pero
en ninguno de ellos se aclimató; se limitó a asomarse y cambió el tercio,
volviendo, con los años y de cuando en cuando, a visitarlos de nuevo.
Y así, para el
espectador, el Gregorio Prieto típico de los dibujos de lánguidos jovencitos
perdidos entre guirnaldas queda diluido en ese otro más grande que surge del
maremágnum entrañable de esta exposición antológica-biográfica: el del artista
que no fue fiel a su obra sino a sí mismo. Por eso no intente el espectador, y
menos el crítico, buscar evolución ni coherencia entre los distintos momentos
de su obra (entre otros motivos porque apenas encontrará referencias
cronológicas en que apoyarse, ya que han sido cuidadosamente ocultadas: el
artista eternamente joven o casi niño). Monumentos personales e inocentes para
solaz de visitantes descreídos.
Prieto,
una vida
de Pintura[1]
1997. Durante este año se conmemora el Centenario del nacimiento
de Gregorio Prieto, un hombre que como pocos es capaz de devolver la brillantez
al manido término “artista”. Gregorio Prieto vivió para pintar y pintó para
vivir, pero no sólo eso, sino que, además, su incansable curiosidad (rara vez
satisfecha) le acercó a la literatura, a la fotografía y a todos aquellos
lugares y manifestaciones donde la belleza tuviera algo que susurrarle. Su
extensa vida, su juventud empedernida, ha dejado tras de sí la estela de una
obra prolífica y personal que suele escaparse a calificativos convencionales.
Inquieto y
nervioso, dotado de una desbordada imaginación y certera intuición, se propuso
ser pintor, ser famoso, ver mundo, escribir un tener un museo. Todo ello lo
obtuvo con creces, ayudado por su obstinación de Tauro y una enorme capacidad
de trabajo, sabiendo aprovechar tanto los éxitos como las contrariedades que
jalonaron si camino. Un camino andado paso a paso, a veces a zancadas, y que,
sin embargo, no alejó su corazón de su adorada Mancha natal.
Nacido en
Valdepeñas un 2 de mayo de 1897, cuenta la tradición oral que el pequeño
Gregorio comenzó dibujando con el entonces indispensable lápiz de color azul y
rojo que abundaba en el bazar, propiedad de la familia Prieto. Bazar que, a
modo de gigantesco bodegón, donde se acumulaban infinitud de objetos,
seguramente impresionaría la retina del niño.
Muy pronto
(1905) se trasladaría con su familia a Madrid. Ya en la adolescencia comenzaría
los Estudios en la Escuela Industrial ante la presión paterna de “hacer algo de
provecho”. Sin embargo, tan solo destacaría en dibujo lineal, siendo un
desastre en el resto de las asignaturas y abandonando finalmente esa dirección.
Pasaría a estudiar mecanografía y taquigrafía, y ante la desesperación de su
padre en el taller de escenografía de Martínez Garín. Ilusionado ante la idea
de por fin poder dedicarse a pintar enormes decorados, la realidad (tantas
veces castradora de sueños) le demuestran que encolar, pegar carteles o clavar listones
nada tiene que ver con lo que había imaginado. Pese al empeño y resignación con
que trabaja de nuevo termina abandonado. En secreto se prepara para el examen
de ingreso en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, superando con éxito
la prueba ante la resignación definitiva, en este caso, de su padre. El rumbo
por fin ya está marcado y lo seguirá incansable hasta el resto de sus
días.
Destacando
rápidamente por sus dotes pictóricas le conceden una beca para realizar cursos
de verano en El Paular y Aranjuez. De estos momentos datan sus primeras obras:
paisajes al natural con una técnica cercana al Impresionismo e incluso al
Puntillismo, de delicada ejecución, colores esponjosos, palpitantes, bañados
por una luz cálida e inocente que no funde las cosas sino que las revela.
Pinturas de lirismo contenido que tal vez tengan relación con la gran amistad
que desde ahora y a lo largo de toda su vida mantendrá con los poetas de su
tiempo: Lorca, Aleixandre o Guillén. Más tarde Cernuda o Alberti. Poetas con
los que siempre se ha identificado, más que con pintores.
Con las obras
de los becados se organiza una exposición a la que asiste la reina Victoria
Eugenia. Prieto vende algunos de sus cuadros a coleccionistas franceses. Su
éxito comienza a difundirse y es llamado para inaugurar el Salón de
Exposiciones de Bilbao. La madurez de su pintura no podía hacer sospechar a los
organizadores del evento que el pintor Gregorio Prieto era tan sólo un joven de
22 años, tan ingenuo que rompe un cheque obtenido por la venta de algunas de
sus obras en la exposición pensando que era un papel sin valor.
A partir de los
años veinte, Prieto viajará y vivirá en distintos lugares de Europa que irán
dejando su impronta en los lienzos del pintor.
Los primeros pasos le dirigirán a París, donde
Picasso ostentaba el trono por excelencia entre los pintores. Su carácter
extrovertido le llevará a conocer a los hombres y obras de vanguardia, estudiando
las nuevas tendencias, pero sin dejarse arrastrar por ellas. Porque Gregorio
Prieto no ha pertenecido a ninguna escuela, ni grupo, ni “ismo”. Su modernidad
nace de su unicidad. Su mundo pictórico, a pesar de las evoluciones, es
homogéneo, es un mundo cerrado que se desarrolla ilimitadamente. Las pinturas
parisienses de Prieto son composiciones más estudiadas, bien son temas de
naturalezas muertas teñidas de simbolismos
en homenaje a sus amigos los poetas, bien son paisajes del natural,
normalmente de pequeño formato, o bien, como no, sus paisajes manchegos
retenidos en la memoria y plasmados con delicada serenidad e intimidad. París
le acoge con los brazos abiertos, expone en importantes galerías y su obra
comienza a viajar a distintos puntos del planeta. Pese a todo, decide volver a
España.
Regreso breve,
pues prepara el examen para la beca de Roma, que le es concedida. Roma será un
punto de inflexión en la obra del artista. Fascinado desde su juventud por el
mundo clásico, se sumergirá con fruición en su trabajo, fruto del cual surgen
cuadros simbólicos, de atmósferas inquietantes, ruinas melancólicas y vigorosos
maniquíes. Una interpretación tan personal del mundo antiguo que Valle-Inclán
(entonces director de la Academia de Roma) no duda en comparar la obra de
Prieto con la de Goya.
Si Roma le
deslumbró, su posterior estancia en Grecia significará la cúspide y apoteosis
de la exaltación del mundo helénico. Su pintura continúa combinando las ruinas
arqueológicas con las enigmáticas presencias humanas, que frecuentemente suelen
ser marineros, Alter ego del viajero
estepario manchego. En Grecia, Prieto encontrará otra Mancha, igualmente blanca
y plagada de molinos, diferente por la presencia del mar. Después de Grecia
vendrían Berlín, Bélgica, Dinamarca, Groenlandia, Egipto y finalmente
Inglaterra, donde acudiría para quedarse unas pocas semanas y permaneció
catorce años.
Es un periodo
difícil, de Guerra Civil en España y Guerra Mundial en el resto, pero su
concepción del arte, basada en el que hacer múltiple y diario, hará que su
espíritu pacifista y alejado de convicciones políticas se mantenga a flote.
Será un periodo de íntima reflexión y restricción. Sus paisajes, de volúmenes
compactos y tonalidades apagadas, se adueñan de la luz inglesa con una maestría
superior a la de los pintores nativos. El éxito continúa siguiéndole los pasos,
asombrando al público en cada nueva exposición. Sus lienzos comienzan a
competir con sus innumerables dibujos, dibujos que la crítica califica como
“poesía en línea” y que serán solicitados para acompañar prestigiosas ediciones
de Shakespeare o Milton.
Cansado de la
II Guerra Mundial, regresará a España. Su capacidad de entusiasmo y admiración
por lo bello le encaminará hacia distintos lugares de nuestro país en un
intento por redescubrirlo. De cada viaje volverá cargado con la nueva carpeta
de dibujos: Sevilla, Tarragona, Granada…
Continuará
cultivando la amistad de poetas, colaborando con ellos en multitud de libros.
Los dibujos de Prieto van a ser más expresionistas, cargados de una ironía
sarcástica que le acerca a Dalí, Picasso o D´Ors.
Desde su
Valdepeñas natal el torbellino artístico de Gregorio Prieto no conocerá
descanso, creando los famosos “popares” (collages)
durante los años sesenta e investigando en sus lienzos y dibujos hasta el
final de su larga vida. Son numerosos los tributos de homenaje que Gregorio
Prieto recibiría. En Valdepeñas, en el Museo de la Fundación que lleva su
nombre, dieciocho artistas manchegos colgaron sus obras junto a otras de Prieto
cedidas por el Museo Reina Sofía, en una exposición que permaneció abierta todo
el mes de septiembre. A mediados de ese mismo mes, la Fundación “La Caixa”
inauguró en Barcelona una exposición sobre las vanguardias fotográficas con
presencia de Prieto. Por último, también se celebró una muestra antológica itinerante,
organizada por la Junta de Comunidades
de Castilla-La Mancha, reúne la obra de Prieto, primero en Madrid
(Centro Cultural Conde Duque), en diciembre en Toledo (Museo de Santa Cruz) y
posteriormente en otros museos de Castilla-La Mancha.
Fue pintor, fue
famoso, vio mundo, escribió y tres Museos en Valdepeñas llevan su nombre.
Viajes y estancias de Gregorio Prieto.
En los años
1928-1936 comienza, lo que podemos denominar su tercera etapa, que abarca
precisamente su estancia en Italia y en Grecia. Su obra toma un giro decisivo
en contacto con el arte italiano del momento. Durante los dos primeros años
(1928-1930) se deja influenciar por lo que conocemos como el “Novecento
Italiano”, movimiento que planteaba la revisión de lo considerado “moderno”,
siendo más una idea que un estilo cuyo y único nexo de unión, era la vuelta al
clasicismo académico. En esta línea trabajaban pintores como Campligi o
escultores como Marini, sirviéndose de la figura en su concepto tradicional
cono medio de expresión. Las pinturas de Prieto, “Ruinas” o “Ruinas de
Selinunte”, pueden encuadrarse en este espíritu novecentista.
Conoce también
la “Pintura metafísica”, por la que se siente fuertemente atraído. Dentro de
esta corriente italiana, surgida en 1917, podemos encuadrar los trabajos de
Giorgio de Chirico y de Carlo Carra entre otros. El retorno al orden, la
valoración de la forma, la inspiración en las tradiciones artísticas, encajan
perfectamente en el lenguaje personal que Gregorio Prieto estaba buscando. Esta
pintura que crea ambientes enigmáticos que sugieren mundos pretéritos se
refleja en obras tan singulares como “Mármol y bronce”. Su influjo lo
percibimos incluso en grandes obras como “Los maniquíes” “Luna de miel en
Taormina” y “La Creación”.
Italia y lo
clásico llegan a dominar su vida. Recorre las principales ciudades tomando
apuntes de todo lo que impacta; Roma, Pompeya, Tormina, van surgiendo en sus
lienzos. El mundo antiguo le atrae de tal manera que se traslada a Grecia para
conocer su arte y su historia, concibiendo obras de gran belleza plástica como
“Isla Griega”.
Durante su
estancia en Italia conoce al pintor Eduardo Chicharro, becado igualmente en la
Academia de Roma, quien ejerció una fuerte influencia sobre su obra. Trabajan
conjuntamente en fotografía, siendo retratado el artista hasta la saciedad en
las más variadas poses (como marinero, desnudo, abrazando estatuas) en una
concepción totalmente surrealista pero muy poética. Gregorio Prieto conservó
este material que utilizará en el movimiento “Postista” de los años 40 y que
retornará en los años 60 para recortarlo, en colarlo y crear sus singulares
“Collages”.
En 1931 regresa
a España, estableciendo nuevos lazos de amistad con los poetas de la Generación
del 27, especialmente con Lorca y Alberti. Continúa viajando incansablemente
por Suiza, Francia y los Países nórdicos, mientras su obra recibe elogios de la
crítica más especializada. Tras su presentación en la Bienal de Venecia de
1930, es seleccionado para formar parte de la gran exposición que sobre Arte
Español tiene lugar en el Colegio de España en 1935.
Se ve obligado
a refugiarse en Inglaterra al estallar la Guerra Civil. Durante esta etapa
estuvo muy vinculado a Cernuda. Realizó los decorados de “La Zapatera Prodigiosa” y de “Canción de
Cuna”, aparte de colaborar en la BBC como crítico de arte y acentuar su
actividad como ilustrador gráfico.
En 1937
representó a España en el Pabellón Internacional de la Exposición de París con
el cuadro “Luna de miel en Taormina”.
La obra de este
periodo (1937-1948), más fresca, más lírica y sobre todo más serena, está
centrada en la captación de paisajes al natural y en la realización de
homenajes a pintores españoles “Homenaje al Greco”. Pero sobre todo y muy
especialmente es este un periodo en el que Gregorio Prieto dibuja
incansablemente, produciendo obras excepcionales, que son sin duda lo mejor de
su trabajo sobre papel. Dibujos a tinta de una sola línea, magistrales en su
concepción y en su realización, de trazo seguro y riguroso, apenas sombreados. Durante
este tiempo, desarrolla una febril actividad, realiza varias exposiciones,
publica libros con sus dibujos, imparte conferencias, realiza retratos de
personajes célebres, pero sobre todo dibuja incansablemente.
Tras su regreso
a España en 1947, tiene lugar una exposición en el Museo de Arte Moderno,
gozando a partir de ese momento del favor del público. Comienza entonces lo que
podríamos denominar su quinta etapa
(1949-1960) principalmente pinta paisajes manchegos de abigarrada
factura y realiza sus “Collages”, cercanos al pop. Su pintura, dentro de la
figuración, es absolutamente original e inclasificable dentro de las
vanguardias de su época.
Relación con Miguel Hernández.
Miguel
Hernández utilizaba las artes plásticas como fuente de inspiración en sus
poesías, acostumbraba a decorar postales, cartas y manuscritos poéticos con
dibujos que él mismo hacía. Existe un encuentro entre la pintura y Miguel
Hernández, un enriquecimiento de ambas artes.
Los poemas de
Miguel Hernández han sido ilustrados por autores como Juan Ramón Alonso,
Antonio Ballesta, Joan Castejón, Ramón Fernández Palmeral…
Los distintos
viajes del poeta oriolano a Madrid fueron transcendentales para su proyección
poética. Es durante su estancia en la capital de España, a partir de noviembre
de 1934, cuando Miguel Hernández se encuentra con el pintor Benjamín Palencia,
quien le presenta a otros escritores, pintores y escultores como Alberto
Sánchez, Maruja Malló, Rodríguez Luna, Miguel Prieto, o Eduardo Vicente. Su
amistad con el grupo de artistas conocidos como “Escuela de Vallecas” dejó
huella notable en bastantes de sus poemas.
Miguel
Hernández conoció a Gregorio Prieto (de la escuela de Vallecas) en Madrid,
antes de la Guerra Civil, en el año 1935, como ya se mencionó anteriormente, y
tenían muchos amigos en común y esta relación de amistad de Gregorio Prieto con
Luis Cernuda, Alberto Sánchez, Manuel Altolaguirre, facilitó el encuentro entre
los dos.
“…Miguel Hernández, surgido en el nervioso rasguearse de la
pluma como una aparición, no espectral sino vivísima, está también presente en
el dramatismo de la penetrante mirada, de la boca a punto de abrirse. El
artista sustituyó el contorno neto de la línea continuada y el ancho espacio
blanco por la multiplicidad de trazos cortos insertos unos en otros y ordenados
con intensa precisión…
Después de muerto Miguel Hernández su obra y su persona
siguen siendo fuente de inspiración para diversos artistas que han pintado al
poeta de Orihuela, entre ellos Gregorio Prieto. Su retrato es un homenaje
póstumo que data de la inmediata posguerra[2]”.
“Yo veo a Lorca eterno. Federico está fuera de la moda
porque la lleva consigo, y como la eternidad no tiene límites, él seguirá
siendo eterno. Aunque ahora mucha gente tiende a derribarlo, no lo conseguirán
porque su pedestal es mucho más sólido que el de una pirámide de Egipto”.
Esta es la
visión que, a los cuarenta años de la muerte tiene de él el pintor Gregorio
Prieto, amigo en vida del poeta, a quien ha retratado repetidas veces en muchos
de sus dibujos. Para Gregorio Prieto, que ha ilustrado y escrito, “porque, sabe usted, incluso han llegado a
decir que yo escribo mejor que pinto”, siete libros sobre el poeta, Lorca “está condenado a la fama, con muerte o sin
muerte de por medio, con sexualidad o no sexualidad por medio. Lorca no acabará
nunca. En vida o muerte es y seguirá siendo famoso, como Cervantes o Dante. Era
un caso increíble, mágico. Incluso antes de escribir libros, la gente y los
poetas ya se inspiraban en él”.
-¿Cómo era
Federico García Lorca, qué preocupaciones tenía?
-Ante todo era
buena persona. No tenía envidia de nadie, cualidad cumbre para juzgar
positivamente a una persona. Cautivaba a jóvenes y viejos por su simpatía
subyugante. Era como el Santo Varón de la
simpatía.
Era un crío al
que le gustaban las verbenas e invitar a dulces a sus amigos. Por otra parte es
el poeta más católico que existió en su época, según he podido constatar a lo
largo de muchos de sus dibujos inéditos que he tenido la suerte de estudiar. Se
han dicho también muchas cosas sobre su mundo sexual. Creo que esto se lo
último que nos debe preocupar, porque, sea cual fuere su comportamiento en este
campo, sobresalía en él el sentido profundo del arte y de la creación poética.
Gregorio Prieto
conoció a Lorca en el antiguo Café Regina, de Madrid. “Desde el primer momento me llamó la atención su mirada”. Pocos
días después, el 7 de abril de 1924, tuvieron ocasión de dirigirse la palabra
en el Museo de Arte Moderno, en una exposición de pintura. Más tarde, “Yo presenté a Lorca a Rafael Alberti, en la
Residencia”. Desde entonces se hicieron grandes amigos. Ese mismo día
conocieron también a Juan Ramón Jiménez, que había ido a la Residencia de
Estudiantes donde pernoctaban también algunos poetas que luego llamarían de la
“Generación del 27”.
-García Lorca
se manifestó, sobre todo en su primera época, como dibujante, ya que ilustró
varias de sus obras poéticas. ¿Cómo ve usted los dibujos de Lorca?
-Los dibujos de
Lorca son buenos, en primer lugar porque son de Lorca, aunque esto parezca una
afirmación irracional, pero sobre todo tienen valor porque son de una calidad
poética inigualable. En los dibujos nos ha dejado una prueba más de su
concepción de la vida como misterio.
-¿Ha
descubierto usted alguna constante en los dibujos de Lorca que nos permita ver
con cierta claridad cuáles eran las motivaciones o las obsesiones del poeta?.
-Los motivos
principales de la obra de dibujos de Lorca, y me imagino que también de su
escritos, son las cruces, siempre tres, las flechas, los peces, las drogas
(simbolizadas en las flores) y los marineros. Estos motivos constituían para él
una verdadera obsesión. Yo diría que la obsesión del misterio de Lorca,
misterio que yo no podría interpretar ni explicar porque es el mismo misterio
que me hace vivir también a mí. Pienso que el dibujo reiterado de cruces dentro
de sus ilustraciones significaba de alguna manera el profundo mundo cristiano
de Lorca y su obsesión de la muerte. El símbolo de las flechas que yo he
descubierto en sus dibujos significaría la unión de lo cristiano con lo pagano,
que se puede observar en todas las obras de Lorca. La flecha significa el
instrumento de amor del Eros y el instrumento de inmolación (sobre todo en el
dibujo del martirio de San Sebastián). El mundo de las drogas lo refleja García
Lorca en las flores, sobre todo en las adormideras, las drogas de su infancia.
Gregorio
Prieto, a medio camino entre el surrealismo y la pintura metafísica, sigue
resucitando a Lorca, no sólo a partir de una extensa colección de dibujos que
posee del poeta granadino, sino también de sus recuerdos, cartas, amistad que
le unió y creación artística que, a los cuarenta años de la desaparición del
poeta, continúa perfeccionando la visión que la historia ha formado de él.
Acto en recuerdo de García Lorca – 30
noviembre 1979
Se celebró un
acto en recuerdo de Federico García Lorca en la sede de la Residencia de
Estudiantes (Pinar,21), organizado por el Grupo de Empresas del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. Intervinieron: Miguel A. Almodóvar,
Gregorio Prieto, la Soprano Ana Higueras y el pianista Miguel Zanetti. Cerró el
acto Emilio Sáez, vicepresidente del CSIC.
El pintor
Gregorio Prieto cedió trece dibujos de García Lorca, del que afirma que:
“cuando
un artista lo es, en la auténtica concepción del término, raramente se limita a
un solo campo de actividad artística. Este es el caso de Federico García Lorca:
poeta, pintor, músico, autor y actor teatral…Artista con mayúscula, en suma”.
“Federico se sintió siempre fuertemente atraído por la
pintura, toda su obra poética es un registro de color, llegando, en ocasiones,
a lo obsesivo, como en el “Romance Sonámbulo”, donde nombra veinticuatro veces
el color verde, formando una armonía cromática que, como en los cuadros de
Veronesse, preside la composición con una serie de matices de gama verdosa”.
“Con frecuencia, sus temas son figuras de marineros o
arlequines”, añade Gregorio Prieto, “marineros
borrachos, de cuyas cabezas salen, como fuentes, dos chorros de agua, mezclando
la vida y la muerte, el vicio y la virtud, o el vértigo de aguas arremolinadas
y mareantes, que tienden a caer, pero que mágicamente se mantienen en pie. De
sus gorras marineras surgen a veces misteriosas y caprichosas cintas, que se
transfiguran en inquietantes pájaros marinos”.
“En los dibujos de Lorca, no hay maestría de pintor, pero
tienen, en cambio, toda la fuerza y la delicadeza del sentimiento poético de un
pincel de inspiración. Hacía sus dibujos por amor, como todo lo que ordenaba su
vida, que era una cántara llena de ungüentos maravillosos, constantemente
desbordada y que aún hoy sigue llenando todos los ámbitos con el perfume que
dejó su recuerdo”.
Inauguración de una nueva muestra de su
obra gráfica y pictórica - 28 marzo 1979[4]
“Soy un
coleccionista de Exposiciones”.
Con esta fecha se inauguraba una nueva galería
de arte en Madrid que por sus características existen, puesto que sus
dimensiones son menores que las de un portal. Galería Mínima es su nombre y se
inaugura con una exposición de aguafuertes y cuadros de Gregorio Prieto.
Galería especial y pintor inclasificable por sus muchas etapas, amistades,
tendencias y vanguardias exploradas.
“En esta era de coleccionismo, todo se colecciona – señala Gregorio
Prieto- Todo…, sellos, corbatas,
millones, cajas de cerillas, amores, cuadros, esculturas. Recuerdo en Londres
que un diplomático coleccionaba famosos en carne y hueso, cosa que me hizo
gracia, y quiso que participara en su colección”. La muestra de Gregorio
Prieto constará de siete aguafuertes, componentes de una carpeta, Mundo Griego, editada por la nueva
galería y en la que se recopilan siete grabados realizados en la etapa griega
del pintor, entre 1930 y 1944 y unos diez cuadros pequeños.
“A mí se me acusa de exponer con frecuencia – añade el pintor
– y es verdad que mi espíritu de
coleccionar exposiciones me hace hacerlo con cierta originalidad, ya que, por
si o por no, mi instinto postista me hace coleccionar arcángeles, corazones,
espíritus santos, documentación intelectual y qué sé yo cuántas cosas más, y
puede decirse que mi arte se ha expuesto en los cinco continentes y en los
lugares más extraordinarios, lejanos, distintos, extraños, desde los más
famosos museos hasta en la misma calle, al aire libre, pasando también por las
más acreditadas galerías de Europa y, sobre todo, de España, que no nombre
porque sería interminable”.
“Pero de las que guardo el mejor y
más delicado recuerdo ha sido de las exposiciones que hice en la casa en donde
nació Shakespeare, en Stradfoor-on-Avon, y la exposición celebrada en la
famosísima Cueva-Cárcel de Medrano, en Argamasilla de Alba, donde Cervantes,
preso, empezó a escribir la novela más maravillosa del mundo”.
“Después de las elecciones municipales inauguraré un Museo
de Dibujo, aquí en Madrid, cerca de la Fundación (calle del General Orgaz), en
el que expondré todos los dibujos de los grande pintores que tengo”, y luego
comienza una larga enumeración de buena parte de la Historia del Arte
Contemporáneo: Max Ernst, Picasso, Miró, Nonell, Regoyos, Zabaleta, Arteta, De
Chirico, Rianxo, Iturrino, Bores, Cossío y sobre todo, los doce mejores dibujos
de Federico García Lorca”.
Además también
contará la Exposición con una selección de los mejores dibujos de Prieto, por
supuesto. El Museo del Dibujo puede estar abierto al público antes del próximo
verano, incrementado por dos nuevos e importantes dibujos de pintores actuales
de primera fila.
“Que pienso comprar con lo que me den por un coche que me
tocó en un sorteo de la Caja de Ahorros
de Salamanca. Yo no tengo coche, ni lo quiero tener. Cuando me comunicaron que
me había tocado uno, les dije que lo vendieran. Con lo que me paguen compraré
dos buenos dibujos, que irán al Museo.
Continuará...
Continuará...
No comments:
Post a Comment
Puedes dejar tus comentarios aquí: