JOAQUIN RODRIGUEZ
“COSTILLARES”
AUTOR DE LA SUERTE
DEL VOLAPIÉ
EL ARTE DE TOREAR
BIOGRAFIAS DE LOS
PRIMEROS TOREROS DE LA HISTORIA
Pocas
y escasas son en verdad las noticias que se tienen de “Costillares”. En sus
comienzos tuvo una gran reputación y que gozó en sus primeros años de torero,
siendo oscurecida por la justa fama de otros dos colosos del toreo que
aparecieron de pronto, de los cuales, hablaremos en próximas páginas.
Desgracia
fue para “Costillares” la aparición de Pedro Romero y Pepe-Hillo; más a pesar
de que la memoria de los triunfos se desvaneció muy pronto por las causas que
ya hemos indicado, no por eso es menos digno de figurar a la cabeza de cuantos
a esta profesión se han dedicado.
“Costillares”
fue el regenerador del toreo, y a nadie más que a la suerte de su invención se
debe la altura en que este ejercicio se haya colocado. Hoy se ejecutan muchas
de las suertes y con sobrada frecuencia, para evadir peligros considerables,
que sin el auxilio de aquellas seria expuesto y peligroso el Arte del Toreo.
A
la aparición de “Costillares”, célebre en la lidia, se conocían algunas suertes
de bastante utilidad; pero no de una ventajosa defensa. Así es, que el arte
casi naciente por este tiempo, sufrió una extraordinaria revolución que sirvió
para su completo desarrollo. No necesitamos otra razón para justificar la
importancia de las suertes, debidas a este hombre, sino fijar la vista sobre el
tiempo que hasta hoy ha transcurrido y notaremos que a pesar de esta
circunstancia se conservan íntegras y en toda su extensión, con beneficio de
los que las ejecutan.
Conocida
ahora la de Francisco Romero, de matar toros frente a frente con la ayuda de la
espada y la muleta, y sin embargo de que esta última no tenía otra aplicación
que cubrir el matador con ella desde la cintura a los pies y proporcionar la
salida del toro con el engaño, “Costillares” regularizó su manejo para que la
muleta ampliase la defensa del matador hasta el extremo de trastear a los
toros, lidiar y ponerlas en la suerte suprema.
Respecto a la suerte de
matar al toro, no se conocía otro método, que el de recibir a los toros armado
con la espada, pero el toro que se aplomaba
o no embestía por resabios que había adquirido, la sufría por el brazo de
un peón o criado, que, a impulsos de una lanza larga, que se le llamaba punzón, era cobardemente atravesado, con
el consiguiente disgusto del maestro, obligado a practicar la enunciada
operación conforme a las reglas de la época.
Tal
era la costumbre en usanza en la fecha de la aparición de Joaquín Rodríguez.
Este concibió un nuevo recurso para evitar que las reses sucumbieran al vigor
de una mano incompetente, los cual debía reconocerse como denigrativo a un
matador de toros, y puso en práctica la suerte del Volapié, que produjo el
resultado que se ansiaba, evitando con ello la necesidad de apelar a los
extremos del arte para ninguna operación que compitiese a ese carácter. Por
este tiempo ya había cambiado de faz la diversión de que tratamos, y se habían
lanzado a picar toros a caballo, en iguales términos que se practica hoy, que,
bajo otra forma, ejecutaban la suerte de vara larga, y “Costillares” en unión
de Juan Romero, evitaban las contingentes desgracias con los jinetes, de cuyo
modo se valieron para aminorar los riesgos y regularizar la lidia, colocándola
en la senda más susceptible de adelantos.
Fue
el creador de la faena de capote al perfeccionar el lance de la verónica. Organizó
las cuadrillas de toreros, que antes se contrataban por la empresa de la plaza,
imponiendo disciplina en la cuadrilla de peones y sometiendo a las órdenes del
matador, quien se convertía de esta manera en el director de lidia. Estableció los
tres tercios de la lidia, varas, banderillas y muerte. También modificó el
traje de torero, estableciendo la chaquetilla bordada con galones de oro para
el maestro y de plata para los subalternos, calzón de seda y la faja de
colores.
Estas
son, en resumen, las mejoras que Joaquín Rodríguez “Costillares” introdujo en
el toreo, las cuales le valieron una justa celebridad, limitada hasta cierto
punto por las causas que antes expusimos; pero que, a pesar de todo, no
perderán jamás el resplandor de originalidad de que se hayan revestidos. Una vez
relatadas las razones que le dieron tan justo crédito, pasaremos a hablar sobre
su nacimiento y educación en la tauromaquia.
Joaquín
Rodríguez “Costillares”, abrió los ojos a la luz del mundo en esa deliciosa
ciudad, antigua Corte de treinta reyes, cuya ribera baña el Guadalquivir. Hablamos
de Sevilla, la ciudad predilecta de los godos y adorada de los árabes. En esta
población existe un barrio en extramuros, conocido como San Bernardo, cuyo
reducido caserío, en aquella época, solo formaba un pequeño número de calles y
en él nació el torero que nos ocupa, a principios del Siglo XVIII. Hijo de
operarios del matadero, y sin recursos sus padres para dedicarle a otras faenas
fuera de aquel paraje, no tardó en tener faenas fuera de aquel paraje, no tardó
en tener aplicación en el mismo establecimiento, donde a cada momento e
ejercitaban en torear a las reses que daban juego, de las que allí se dirigían
para pasto del vecindario. Esta circunstancia produjo que desde bien pequeño se
familiarizase “Costillares” con el ganado vacuno y conociese sus instintos y
propiedades, de lo cual debía sacar más adelante un positivo y extraordinario
fruto. Conforme iba creciendo en edad y desarrollo, fue creciendo y adquiriendo
tan decidida afición por el toreo, que bien pronto se aplicó a este ejercicio
con exclusión de otro alguno, sin duda porque su corazón le vaticinaba los
señalados triunfos que había de conseguir con semejante profesión.
Como
sus conocimientos nada tenían de comunes, y la aptitud que le proporcionaba sus
pocos años era también especial, de aquí resultó que bien pronto demostrara lo
que valía, y que en balde había luchado entre reses desde bien pequeño. Aquí podemos
decir que tuvo principio la carrera tauromáquica de “Costillares”.
Ajustado
desde luego con el carácter de matador, se presentó en varias plazas del reino,
en las cuales recibía las más expresivas muestras de las simpatías que le
público le merecía. A la vista de “Costillares”, nadie expresaba otras
sensaciones que las del asombro que les inspiraba el torero sevillano. La exacta
combinación de las suertes que ejecutaba llamaron la atención de un modo tal,
que ocasionaba cada una de ellas un entusiasmo particular e imposible que
ningún escritor las puede describir con exactitud.
Así
pasaron muchos años, y “Costillares” ya no solo era matador de toros, sino
maestro de otros que ansiaban abrazar la profesión del toreo, los cuales le
dieron después gran fama por la reputación que supieron adquirirse.
Por
este tiempo se le formó a “Costillares” un tumor en la palma de la mano
derecha, que le privaba de estoquear, y por ello se vio precisado, bien a su
pesar, a abandonar la profesión, de lo que se le originó una constante tristeza
que, aumentándose progresivamente, terminó sus días después de poco a tiempo,
con el pesar de no haber elevado el arte de que su puesto quedaba dignamente
reemplazado por los famosos Pedro Romero y Pepe-Hillo.
Creo tener una pintura original firmada por Goya con el retrato de Costillares. Me gustaría que la vieran los expertos que sean necesarios . Podría usted darme un correo electrónico a donde le pueda hacer llegar la imagen. Así mismo agradecería si usted me pudiera orientar respecto a algunos expertos que pudieran validar o estar interesados en estudiar esta pintura?
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